Colar una aguja en Gaza se ha convertido en una tarea titánica. Con los accesos fronterizos bloqueados o funcionando de manera muy limitada, tan solo cerca del 30% de los camiones cargados con ayuda humanitaria consiguen ingresar a la Franja cada día, enfrentándose a un escrupuloso control por parte de Israel. La invasión israelí en la región ya ha cobrado la vida de más de 35.000 palestinos, incluidos 14.000 niños, llevando a la población no solo a vivir el terror de bombardeos y ataques sino también a enfrentar una grave amenaza: el hambre.
La situación ha empeorado notablemente desde que Israel cerró el paso fronterizo de Rafah, crucial para el suministro de bienes básicos desde Egipto. Fenia Diamanti, de la ONG Acción Contra el Hambre, describe la dificultad para hacer llegar asistencia a la Franja, donde ni siquiera se permite el paso de medicamentos. Además, señala cómo los continuos ataques complican la labor humanitaria, convirtiéndola en una actividad de alto riesgo.
El impacto de la violencia es visible en la estructura misma de Gaza, donde cerca del 60% de los edificios han sido dañados o destruidos. Esto ha dejado a más de un millón de personas viviendo en condiciones precarias, en Rafah, muchos de ellos hacinados en campamentos improvisados. Frente a esta realidad, cualquier intento por mejorar su situación se encuentra con obstáculos insuperables. Transportar tiendas de campaña requiere de un complejo viaje desde Bangladés hasta Gaza, pasando obligatoriamente por el escrutinio de las fuerzas israelíes.
Aparte de los desafíos logísticos, Gaza se enfrenta a un problema aún más grave: el hambre. De acuerdo con Acción Contra el Hambre, 1,2 millones de personas en la Franja sufren de inseguridad alimentaria y desnutrición, siendo los niños menores de cinco años los más afectados. A pesar de las alarmantes cifras y de los llamamientos internacionales para permitir la entrada de ayuda, el bloqueo israelí complica enormemente la situación.
La producción agrícola local, una fuente vital de alimentos, ha sido devastada. No solo los ataques han destruido gran parte de los campos de cultivo, sino que los invernaderos y la tierra cultivable están siendo severamente afectados, impactando la capacidad de Gaza para alimentar a su población. Esta situación es resultado directo de la ofensiva militar, que ha provocado no solo la pérdida de cosechas sino también la contaminación del suelo.
A esto se suma la demanda de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para que Israel facilite el acceso de ayuda humanitaria. Sin embargo, Israel se ha mostrado reticente a acatar estas órdenes, lo cual ha llamado la atención de la comunidad internacional, incluso contemplándose sanciones por parte de la Unión Europea en respuesta a la actuación de Israel en Gaza.
La situación en Gaza es crítica. Las restricciones impuestas a la entrada de bienes y cooperantes internacionales agravan una ya de por sí desesperada crisis humanitaria. Con la población atrapada entre el fuego cruzado y el bloqueo, la perspectiva de una solución parece lejana, mientras el mundo observa con creciente preocupación el escenario de una crisis que parece no tener fin.