Iago Aspas, a sus 38 años, vive una reconversión en el Celta: de goleador temible a generador de juego
Hay futbolistas que se extinguen como bengalas, brillan con intensidad y desaparecen de golpe. Iago Aspas, en cambio, ha elegido el camino opuesto, prolongar la luz, aunque sea menos deslumbrante, pero más constante. Claudio Giráldez, joven alquimista del banquillo, ha entendido que a los 38 años el moañés ya no está para sprintar como un correcaminos, pero sí para dirigir la orquesta con la batuta de su zurda. La ironía es evidente, un delantero histórico, reconvertido en arquitecto del juego, justo cuando el reloj parecía empujarlo hacia el retiro.
El movimiento táctico no es un simple ajuste, sino un cambio de piel. De depredador en el área a mediapunta ilustrado, Aspas ahora navega en los pasillos centrales, ese espacio donde los rivales lo buscan con lupa, pero terminan topándose con un ilusionista que desaparece y reaparece con un pase filtrado. Lo que antes era un instinto de gol ahora se transforma en inteligencia posicional, un nuevo truco aprendido en el ocaso de la carrera.
Entre la brújula y la daga
La salida de Fer López, aquel señalado como heredero natural, aceleró la transición de Aspas hacia un rol híbrido, mitad brújula y mitad daga. No marca como antes, pero guía como nunca. Su juego entre líneas recuerda más al de un ajedrecista que al de un cazador, paciencia para esperar, precisión para golpear. Y es en ese espacio intermedio, entre centrocampistas y delanteros, donde Aspas se convierte en el engranaje silencioso que todo lo hace funcionar.
Un ejemplo cristalino apareció en el duelo contra el Girona. Aspas, retrasado respecto a Ilaix Moriba, firmó un partido menos lucido para el aficionado que solo mide con goles, pero indispensable para quienes entienden la geometría del fútbol. Tres disparos, tres balones recuperados, y sobre todo, la capacidad de triangular y abrir espacios como quien abre ventanas en una habitación cerrada. Puede que no sea el protagonista en los titulares, pero sí en el libreto táctico.
De depredador a alquimista del pase
No deja de ser paradójico, el jugador que acostumbró a Balaídos a rugidos de gol, hoy se celebra más por su silencio creativo que por sus gritos de victoria. La temporada pasada cerró con diez tantos y cinco asistencias; este año aún no inaugura ninguna de esas casillas. Sin embargo, su constancia se refleja en otra estadística más reveladora, ha disputado los cinco partidos de Liga, titular en cuatro, suplente solo en el desgaste intersemanal contra el Betis. El cuerpo acusa los años, pero la mente se niega a jubilarse.
Lo cierto es que Iago Aspas ya no necesita goles para justificar su presencia. Su importancia en el Celta trasciende el marcador, es el eslabón que une generaciones, el puente entre el recuerdo del goleador voraz y la vigencia del creador lúcido. Ha cambiado de disfraz, sí, pero no de esencia. Al fin y al cabo, ¿qué es un legado sino la capacidad de reinventarse cuando todos esperan el final?. De depredador a alquimista del pase.