Los meticulosos esfuerzos de restauración por parte del equipo del Centro de Restauración de Albarracín han rendido frutos tras cuatro meses de intensa dedicación, con la finalización del proyecto de recuperación del histórico retablo que domina el altar mayor de la iglesia Santa María la Mayor de San Gil, en Molina de Aragón. Esta pieza constituye uno de los tesoros más emblemáticos de la localidad, resaltando por su rica historia y valor artístico.
El templo, uno de los más antiguos y grandes de Molina de Aragón, ha sobrevivido a distintos episodios que han marcado su evolución arquitectónica y estilística. Durante la Guerra de la Independencia en 1811, fue despojado de sus riquezas por las tropas napoleónicas, mientras que en 1915 sufrió un incendio catastrófico que llevó al colapso de sus naves y destrucción de adornos. Su posterior restauración culminó en 1924, devolviéndole su esplendor y funcionalidad.
Recientemente, en julio del año pasado, la iglesia reabrió sus puertas tras una pausa de veinte meses destinada a trabajos de restauración. El foco central de esta iniciativa ha sido el retablo del altar mayor, pieza originaria de la Escuela de Sigüenza y con fecha de creación del año 1621. La comunicación de la Fundación Santa María de Albarracín ha subrayado la significación y la majestuosidad de la obra.
Curiosamente, el retablo no fue elaborado para este lugar de culto, sino que encontró su hogar en San Gil recién en 1979, después de haber sido trasladado desde la iglesia de El Atance, sumergida bajo las aguas del pantano homónimo. De estilo renacentista en su transición al barroco y dedicado a la Asunción de la Virgen, el retablo ha experimentado múltiples modificaciones, siendo una de las más notables la ejecutada a inicios del siglo XX por los Hermanos Albareda, que enriquecieron el conjunto con elementos adicionales, como una representación de la Última Cena que, siendo ajena a la obra original, se ha mantenido por su integración en la historia del artefacto.
La restauración ha abarcado la remoción de acumulaciones de polvo, suciedad y repintes que afectaban su estética. Los restauradores realizaron una cuidadosa limpieza mecánica y química, retirando las capas que ocultaban la sobresaliente policromía original del retablo. Además, se descubrieron adornos y figuras que yacían ocultos, fortaleciendo la estructura y realizando intervenciones específicas para devolver volumen a las partes faltantes.
El proceso estuvo acompañado de una meticulosa reintegración pictórica empleando la técnica de rigattino, que asegura la fusión visual respetuosa de las restauraciones con el conjunto original. Este ambicioso proyecto ha contado con el apoyo y el impulso de la parroquia de Molina de Aragón, y se ha beneficiado de financiación a través de los acuerdos de colaboración entre la Junta de Castilla la Mancha y el Obispado de Sigüenza-Guadalajara.
La culminación de estos trabajos no solo representa la renovación de un importante bien cultural, sino que también reafirma el compromiso de la comunidad y las instituciones con la conservación y puesta en valor de su patrimonio histórico y artístico. Las puertas de la iglesia Santa María la Mayor de San Gil, así como las del impresionante retablo, quedan abiertas para el disfrute y admiración de fieles y visitantes por igual.