En conmemoración de los 800 años de devoción a la Virgen de Criptana, Campo de Criptana (Ciudad Real) ha vivido este lunes de Pascua un día histórico. La Banda de Música Filarmónica Beethoven ha dado la nota musical a este octavo centenario en una jornada que ha estado marcada por la tradición y el fervor religioso.
El día comenzó con una misa en honor a la Virgen de Criptana, cuya imagen apareció, según la inscripción de su ermita, hace 800 años. Tras la misa, se celebró una procesión por el entorno de la romería, en lo que ha sido una festividad en honor a la Patrona del lugar.
Santiago Lázaro, alcalde de Campo de Criptana, describió esta Semana Santa como «histórica», destacando la implicación de todo el pueblo en las grandes tradiciones y el incremento en el número de visitantes gracias a las buenas temperaturas que han acompañado a los días festivos. Esta Semana Santa de Criptana se cierra así, apostando por las tradiciones y por el patrimonio material e inmaterial, como es la celebración en honor a la Virgen de Criptana.
El Presidente de la Hermandad, Jesús Delgado, ha afirmado que a partir de mañana «se celebrarán numerosos actos en la parroquia en estos dos meses que la Virgen acompañará al pueblo».
La Delegada de la Junta de Comunidades en Ciudad Real, Carmen Teresa Olmedo, también estuvo presente en esta importante jornada para los criptanenses. Olmedo felicitó a todos los vecinos y agradeció especialmente a las hermandades por su labor en el mantenimiento de las tradiciones. Además, mencionó que, aunque aún no maneja cifras oficiales, tanto el sector hotelero como el hostelero han reportado una recuperación en las cifras de visitantes a niveles pre pandemia.
El fervor fue el protagonista de un día en el que Campo de Criptana pudo disfrutar de nuevo de su Patrona tras unos años de restricciones, haciendo historia con estos 800 años de devoción, que son toda una seña de identidad para la localidad.
La ermita de la Virgen de Criptana guarda una inscripción que relata el origen de esta devoción: «En el año del Señor, 1223, día tercero de Pascua de Resurrección, un labrador llamado Alonso Miguel y su mujer Esperanza, vecinos del pueblo de Villajos, después de haber orado misa y practicado algunas obras de caridad, de improviso se vieron deslumbrados y, fijando la vista ven con asombro una imagen de María Santísima, puesta sobre una piedra con su Hijo en brazos, vestida de estrellas e iluminando toda la montaña con sus brillantes resplandores».