En la reciente peregrinación a La Meca, la experiencia espiritual de muchos musulmanes se ha teñido de tragedia, marcando uno de los Hajj más mortíferos de los últimos años. Usman, un peregrino regresado a Lahore, recuerda con profunda consternación las escenas de sufrimiento: personas agónicas en el suelo sin recibir auxilio y ambulancias que acudían únicamente por los fallecidos.
Este año, Arabia Saudí lamenta la pérdida de más de 1.300 fieles, una cifra alarmantemente alta si se compara con años anteriores. Las autoridades saudíes atribuyen la mayoría de las muertes a golpes de calor, exacerbados por temperaturas extremas de hasta 51 grados. Sin embargo, un detalle insospechado incrementó exponencialmente el riesgo: un 83% de las víctimas participaba en lo que el gobierno ha denominado peregrinaciones “no autorizadas”.
En respuesta a esta desoladora situación, muchos han levantado la voz contra las políticas y gestiones del gobierno saudí. A través de las redes sociales, proliferan las expresiones de indignación y las demandas de auxilio. Omar B., un guía de peregrinaciones egipcio señala que, a pesar de la afirmación gubernamental sobre la sobrepoblación del evento, el número de peregrinos este año fue menor comparado con ediciones anteriores, lo que sugiere que la falta de preparación y recursos específicos para atender emergencias de salud es una de las principales causas detrás de la tragedia.
Las críticas no solo apuntan a la inadecuada respuesta ante las emergencias médicas, sino también a la creciente mercantilización del Hajj. Peregrinos como Saliha, quien perdió a su padre durante la peregrinación, denuncian el sistema de paquetes VIP y los elevados costos que ahora parecen dominar una práctica fundamentalmente espiritual para los musulmanes. Casi medio millón de personas lograron realizar la peregrinación este año mediante agencias no autorizadas o con visados turísticos, una clara señal de la desesperación y desigualdad que impera entre aquellos que buscan cumplir con uno de los pilares de su fe.
Mientras tanto, algunos familiares de los fallecidos encuentran cierto consuelo en la creencia de que morir en La Meca es una bendición. No obstante, el dolor palpable en sus testimonios revela una profunda insatisfacción con el manejo de la peregrinación.
Las demandas de cambio van en aumento, con voces como la del activista Ahmed Behiry, quien propone un boicot al gobierno saudí y sugiere que la administración del Hajj debería ser competencia de un comité intergubernamental de países islámicos. Este año, el calor extremo y la respuesta deficiente a las necesidades de los peregrinos han puesto de manifiesto las profundas fisuras en la gestión del Hajj, revelando que, en última instancia, las prácticas corruptas y la mercantilización de un ritu
al sagrado pueden tener consecuencias mortales.