En una noche marcada por la controversia, Daniela Cano se ha convertido en la penúltima expulsada de Gran Hermano, justo antes del inicio de la fase final del reality, anunciado por Jorge Javier Vázquez. La salida de Daniela, que se resolvió por una ajustada diferencia del 53% de los votos frente a su competidora Violeta Crespo, ha encendido las redes sociales y dividido a la audiencia.
Algunos seguidores del formato de Telecinco han reaccionado con incredulidad y enfado ante la expulsión de Daniela, quien hasta en nueve ocasiones había enfrentado el veredicto de la audiencia, logrando salvarse en la mayoría de estas. La estrecha margen de votos y su popularidad dentro del concurso han llevado a estos espectadores a cuestionar la legitimidad del resultado, comparando este momento con polémicas anteriores en realities televisivos.
Usuarios de la red social X (anteriormente conocida como Twitter) no han tardado en expresar su descontento, con algunos afirmando que el programa está manipulado y otros insistiendo en que la elección de expulsar a Daniela no refleja la voluntad real de los espectadores. Entre los comentarios, destacaron frases como «la expulsión de Daniela tiene la misma credibilidad que la victoria de Olga Moreno en Supervivientes» y acusaciones de «tongo» que, según afirman, quedarán en la historia de Gran Hermano.
A pesar de la controversia, también existe un sector del público que ha aceptado el resultado, argumentando que el juego es así y que la expulsión es parte de la dinámica del reality. Sin embargo, la polémica parece sobrepasar la mera discusión sobre la expulsión, adentrándose en debates sobre la mecánica del programa y la influencia de las votaciones en el desarrollo del concurso.
La imagen de Daniela Cano, protagonista de momentos clave durante esta edición de Gran Hermano, ha sido compartida ampliamente en redes, acompañada de mensajes que van desde el apoyo incondicional hasta la crítica por su participación en el reality. Esta división de opiniones refleja la complejidad de los lazos emocionales que los seguidores establecen con los concursantes, lo cual se acentúa conforme se acerca la gran final.
La reacción de parte de la audiencia, que amenaza con dejar de seguir el programa por esta decisión, resalta la pasión que Gran Hermano sigue despertando entre sus seguidores, incluso después de tantos años de emisión. Mientras tanto, el resto de participantes continúan su convivencia en Guadalix de la Sierra, a la espera de lo que promete ser una emocionante y posiblemente imprevisible recta final del concurso.