En enero de 2020, Evo Morales, desde su exilio en Argentina, respaldaba a Luis Arce como el candidato presidencial del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia, describiéndolo como una «garantía de estabilidad, crecimiento económico y redistribución de la riqueza». La victoria de Arce en noviembre parecía augurar un periodo de continuidad para las políticas del MAS, pero apenas un año después, los lazos entre Morales y Arce se han tensado hasta llegar a un rompimiento palpable, marcado por acusaciones mutuas que abren una grave crisis política en el país.
Este cisma refleja una lucha por el poder dentro del MAS, mostrando divisiones no necesariamente ideológicas, sino más bien ligadas a la lucha por la influencia dentro del partido y el Estado. El origen de esta división puede rastrearse hasta el regreso de Morales a Bolivia y la asunción de Arce, cuando este último decidió distanciarse de la figura de su predecesor, algo que no sentó bien a Morales. Esta tensión escaló rápidamente, con enfrentamientos en las calles, bloqueos y una parálisis en la Asamblea Nacional, todo en medio de una crisis económica que solo profundiza el descontento general.
La relación entre Morales y Arce se ha deteriorado al punto en que el expresidente ahora ve a Arce como un «traidor» que se ha movido hacia la derecha, mientras que Arce denuncia los intentos de Morales por descarrilar su gobierno. Estas descalificaciones marcan un abrupto giro respecto a los tiempos en que ambos compartían una visión común para Bolivia.
En el actual contexto, no solo se evidencia una pugna interna por el liderazgo del MAS, sino también un escenario conflictivo hacia las elecciones de 2025, con Morales expresando su intención de presentarse nuevamente como candidato, a pesar de las restricciones constitucionales y el fallo reciente del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) que rechaza la idea de reelección indefinida como un derecho humano.
El panorama político se complica aún más con el intento fallido de golpe de Estado en junio de 2024, un evento que ha exacerbado las tensiones y ha llevado a acusaciones cruzadas de intentos de autogolpe por parte de Arce y de instigación al fascismo contra Morales. Este tenso clima político es un reflejo de un MAS profundamente dividido, con «evistas» y «arcistas» paralizando cualquier acción legislativa y mostrando dos facciones claramente enfrentadas dentro de un mismo partido.
Mientras tanto, la oposición aparece fragmentada y sin una estrategia unificada para enfrentar al MAS, pese a la visible fractura en el partido gobernante. Con múltiples candidaturas y sin un frente opositor cohesivo, el futuro político de Bolivia se presenta incierto, particularmente en un contexto de crisis económica que demanda respuestas urgentes.
En este escenario, la idea de una «tercera vía» con el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, como posible candidato presidencial emerge como una esperanza de unificación y cambio generacional dentro del MAS. Sin embargo, con Morales mostrándose reacio a ceder el poder y la constante lucha por el liderazgo del partido, el futuro político de Bolivia se balancea en una cuerda floja, en espera de las elecciones judiciales del 15 de diciembre y sus posibles repercusiones en la dinámica interna del MAS y el escenario político nacional.