La desesperada huida de Tuvalu: «Mi isla se hunde y no sé si volveré a verla»

Más de 4,000 habitantes de esta diminuta nación del Pacífico han solicitado refugio en Australia en el primer programa mundial de evacuación climática

Grace Malie tiene 25 años y ya sabe que su país natal no existirá cuando sea anciana. Cada mañana, al despertar en su casa en Funafuti, la capital de Tuvalu, ve cómo el agua del mar se cuela por las grietas del suelo de su patio, burbujeando desde las profundidades como un recordatorio constante de que el tiempo se agota.

«Vivo la realidad del cambio climático cada día», dice esta joven líder comunitaria por videollamada desde una de las islas más amenazadas del planeta. «Todo el mundo vive junto a la costa porque no hay otra opción. No hay terrenos altos. Todos nos vemos muy afectados por esto».

Grace es una de las 4,052 personas —casi la mitad de los 11,200 habitantes de Tuvalu— que han solicitado formar parte del primer programa de refugio climático de la historia. Australia ha ofrecido 280 visas anuales para quienes quieran escapar de estas nueve diminutas islas que se hunden lentamente en el Pacífico, ubicadas a medio camino entre Australia y Hawái.

«No queríamos irnos, pero el mar decidió por nosotros»

En la oficina de correos de Funafuti, convertida en centro de solicitudes, las colas se forman cada mañana. Tapugao Falefou, embajador de Tuvalu ante la ONU, admite estar «sorprendido por la enorme cantidad de personas que compiten por esta oportunidad».

La respuesta ha sido abrumadora: en solo cuatro días después de abrir el proceso el 16 de junio, ya se habían registrado 3,125 personas —casi un tercio de la población nacional.

«Nadie quiere dejar su hogar», explica Jane McAdam, experta en derecho de refugiados de la Universidad de Nueva Gales del Sur y una de las voces que más ha estudiado esta crisis. «Tienen vínculos ancestrales muy profundos con su tierra y mar, pero esto ofrece un salvavidas».

El país que desaparece centímetro a centímetro

Para entender la desesperación, hay que conocer los números. Tuvalu es uno de los países más planos del mundo: su punto más alto se eleva apenas 5 metros sobre el nivel del mar, mientras que la elevación promedio es de solo 2 metros. Dos de sus nueve islas ya han desaparecido casi completamente bajo las olas.

Los datos de la NASA son devastadores: para 2050, las áreas que hoy se inundan menos de 5 días al año podrían ver 25 días de inundación anual. Para finales de siglo, según las proyecciones científicas, el 90% del territorio estará regularmente bajo el agua.

«No hay opción de mudarse tierra adentro o a terrenos más altos, porque no hay terrenos más altos», resume con resignación el primer ministro Feleti Teo.

Una familia, dos destinos

Kitiona Tausi es jardinero en la isla de Nanumea y ha pasado años luchando contra la sal que mata sus cultivos. Sus plantas de taro —alimento básico tradicional— ahora las cultiva en macetas elevadas porque el suelo está demasiado salado.

«Mis nietos me preguntan por qué el agua entra en casa cuando no llueve», cuenta este hombre de 67 años. «¿Cómo les explico que nuestra isla se está hundiendo?»

Su hija Mereani está entre quienes han solicitado las visas para Australia. Su hermano Teleke ha decidido quedarse. «Alguien tiene que cuidar a los abuelos», dice con una sonrisa triste que no oculta la angustia familiar.

El sorteo de la supervivencia

Entre julio de 2025 y enero de 2026 se realizará un sorteo para seleccionar a los primeros 280 afortunados. Los elegidos recibirán algo que suena casi mágico para una población que vive en constante zozobra: residencia permanente inmediata en Australia, acceso completo al sistema de salud, educación gratuita y libertad para viajar entre ambos países sin restricciones.

Es un privilegio que va mucho más allá de lo que obtienen otros migrantes. Como explica McAdam, estos arreglos dan a Tuvalu «la segunda relación migratoria más cercana con Australia después de Nueva Zelanda».

«Mi cultura viaja conmigo, pero mi tierra se queda aquí»

Kalita «Titi» Homasi es una joven representante de Tuvalu que participó en la cumbre climática COP27. Para ella, Australia es «un puente para conectar las oportunidades que los tuvaluanos no podemos obtener», pero insiste: «Incluso si la gente elige irse, siento que siempre tendrán la necesidad de regresar».

Esta tensión emocional es el corazón del drama tuvaluano. En la cultura del Pacífico, el concepto de «vanua» —que significa literalmente «tierra» pero engloba la conexión profunda entre comunidades y territorio ancestral— hace que irse sea mucho más que un cambio de dirección postal.

«En Tuvalu, el vínculo entre la gente, la tierra y la cultura es inquebrantable», explica Kamal Amakrane, director del Centro Global para la Movilidad Climática de la ONU. «Para su gente, el hogar no es solo donde viven, es quienes son».

Otras islas, el mismo destino

Tuvalu no está sola en esta carrera contra el tiempo. En Kiribati (106,000 habitantes), el gobierno ya compró 20 kilómetros cuadrados de tierra en Fiji como plan de emergencia. En las Islas Marshall (60,000 habitantes), comunidades enteras construyen muros caseros para proteger sus casas, sabiendo que es una batalla perdida.

En las Maldivas, con más de medio millón de habitantes distribuidos en 1,200 islas, la capital Malé ya está completamente rodeada por muros protectores. Pero como admite un exministro de medio ambiente: «Es prohibitivamente costoso hacer esto en cada isla».

El precedente que cambiará el mundo

El acuerdo entre Australia y Tuvalu, conocido como tratado Falepili Union, es revolucionario porque reconoce oficialmente por primera vez la existencia de refugiados climáticos —una categoría que no existe en las convenciones internacionales.

«Es el primer acuerdo que aborda específicamente la movilidad relacionada con el clima», destaca McAdam.

Pero el tratado también tiene implicaciones geopolíticas: Australia obtiene veto sobre cualquier acuerdo de seguridad que Tuvalu firme con otros países, en una clara maniobra para bloquear la influencia china en el Pacífico.

«Nos estamos hundiendo, pero también todos los demás»

En noviembre de 2021, durante la cumbre climática COP26 en Glasgow, el mundo vio una imagen que se volvió icónica: Simon Kofe, ministro de Relaciones Exteriores de Tuvalu, dando un discurso parado con el agua hasta las rodillas.

«El cambio climático y el aumento del nivel del mar son amenazas mortales y existenciales para Tuvalu», dijo desde el agua que invadía su país. «Nos estamos hundiendo, pero también todos los demás. Sin importar si sentimos los impactos hoy como en Tuvalu, o en cien años, todos sentiremos los efectos terribles de esta crisis global algún día».

La cuenta regresiva

Los primeros refugiados climáticos oficiales del mundo podrían llegar a Australia a finales de 2025. Para quienes se queden, el tiempo se agota rápidamente. Si las proyecciones son correctas, en menos de 40 años no quedará nada de Tuvalu por encima del agua.

Grace Malie, la joven que despierta cada día viendo el mar filtrarse por su patio, resume la tragedia con una frase que suena a epitafio nacional: «Estamos ayudando al mundo con datos precisos sobre el aumento del nivel del mar… mientras nuestro país desaparece».


Los números de una tragedia anunciada

  • 11,200: Habitantes de Tuvalu
  • 4,052: Personas que han solicitado refugio en Australia (36% de la población)
  • 280: Visas anuales que otorga Australia
  • 5 metros: Elevación máxima de Tuvalu
  • 2 metros: Elevación promedio del país
  • 25 días: Inundaciones anuales proyectadas para 2050
  • 90%: Territorio que estará bajo agua para 2100
  • 2025: Llegada de los primeros refugiados climáticos a Australia

Otras naciones en peligro crítico

  • Kiribati: 106,000 habitantes, elevación máxima 81m
  • Islas Marshall: 60,000 habitantes, elevación máxima 10m
  • Maldivas: 519,400 habitantes, elevación máxima 2.3m
  • Nauru: 12,000 habitantes, elevación máxima 71m
  • Tokelau: 1,500 habitantes, elevación máxima 5m

Esta noticia forma parte de la serie «Planeta en Crisis» sobre el impacto del cambio climático en las comunidades más vulnerables del mundo.

vía: Refugio climático en el Pacífico

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