En un intento por revertir la alarmante caída demográfica que enfrenta Rusia, la Duma del país ha aprobado una ley que prohíbe la promoción de la ideología «childfree», es decir, la elección de un estilo de vida sin hijos. Esta medida, calificada por la presidenta del comité de la Duma para la protección de las familias, Nina Ostanina, como una «operación demográfica especial», busca frenar una tendencia que es vista como una amenaza existencial para el futuro de la nación.
La ley recién aprobada impone multas considerables para quienes difundan materiales que promuevan la decisión consciente de no tener hijos. Los individuos enfrentarán multas de hasta 4.000 dólares, mientras que para las organizaciones, estas podrían ascender hasta los 50.000 dólares. Tal legislación refleja la gravedad con que el gobierno ruso encara el desafío demográfico, señalando la diseminación de la cultura childfree como un riesgo social que necesita ser contenido urgentemente.
La iniciativa ha obtenido el respaldo del Kremlin y espera solo la aprobación final del Consejo de la Federación y la rubrica del presidente Vladímir Putin para convertirse en ley. Los impulsores de la medida, como Vyacheslav Volodin, presidente de la Duma, y Irina Yarovaya, vicepresidenta del órgano legislativo, la consideran esencial para preservar las «tradiciones de muchas generaciones» y asegurar el futuro del país, identificando la promoción del no tener hijos como una influencia del liberalismo occidental inaceptable.
Además de esta legislación, se aprobó otra norma que prohíbe la adopción de niños rusos por ciudadanos de países donde el cambio de género es legal, añadiendo otra capa a las medidas que buscan fortalecer los valores tradicionales y contrarrestar tendencias extranjeras.
A pesar de estos esfuerzos legislativos, críticos señalan que estas medidas podrían restringir todavía más la libertad de expresión en el país y cuestionan la efectividad de tales prohibiciones dada la baja popularidad de la ideología childfree en Rusia. Investigaciones señalan que solo el 1% de los rusos se inclina por una familia sin hijos, lo que ha llevado a algunos a argumentar que la ley es más un gesto político que una solución práctica al problema demográfico.
El análisis demográfico sugiere que la decreciente población de Rusia, exacerbada por la alta mortalidad, la emigración, y los efectos de la guerra en Ucrania, podría ser mejor atendida mediante políticas que aborden la economía y la estabilidad social en lugar de restringir discursos o estilos de vida.
Mientras tanto, el Kremlin continúa promoviendo políticas para incentivar la natalidad, ampliando programas de apoyo para familias con ingresos bajos y fomentando el aumento de nacimientos a través de beneficios fiscales y mayores capacidades en guarderías. A pesar de tales esfuerzos, la población rusa sigue en declive, con proyecciones que anticipan una disminución mayor en las próximas décadas, planteando serios desafíos para el futuro económico y social del país.