En este Día Internacional de la Danza, la biblioteca te recomienda cuatro novelas que hablan de ese mundo y el de las personas que «viven» en él. Espero que disfutéis de este pequeño tributo a una de las artes más visuales. ¡Viva la danza!
Una bailarina que ha perdido el deseo de bailar pero se da cuenta de que es lo único que ha aprendido a hacer. Ese es el punto de partida de «Las bailarinas no hablan» de Florencia Werchowsky. Escribir sobre aquellas mujeres que no triunfan, después de haberlo dejado todo por la danza, esto es lo que se propone la autora. |
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Pocas mujeres hubo en el siglo XX que hayan revolucionado tanto la escena cultural como lo hizo la bailarina Isadora Duncan. Sin embargo detrás de aquella mujer fuerte, atípica y desacomplejada había una persona con sus miedos, su sufrimiento y sus frustraciones. La lectura de «Mi vida» de Isadora Duncan nos permite quitar el tupido velo y acercarnos a su tragedia (con todos los matices que supo tener en su vida) para descubrir al genio que habitaba en el interior de esta fabulosa lámpara que danzaba y hacía brillar toda melodía que rozaran su cuerpo. |
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El cuerpo nos permite conocer el mundo y también explicarlo. Y la danza es sin duda la disciplina artística que mejor puede expresar esta relación que establecemos con la música y con el mundo. En la novela, «La memoria del cuerpo» (Fórcola Ediciones) nos encontramos con P. una primera bailarina que tiene que afrontar el paso (y el peso) de los años y descubrir la forma de reinventarse. Una novela que trata sobre el esfuerzo, la pasión y el éxito y también sobre la soledad, el desarraigo y el declive biológico.
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La danza, cuando explora lo más hondo del corazón y la experiencia humana, puede ser una herramienta fascinante para comunicar pero también para describir el dolor, la crueldad y la muerte. «Contradanza», Blanca Lema nos invita a empatizar con Pirina, una profesora de danza Butoh, que descubre la desilusión y el dolor y debe enfrentarse a una realidad gastada que no da muestras de mejorar. |