En un rincón sombrío de Bangkok, el Pata Zoo alberga una realidad que se antoja más cercana a una pesadilla que a cualquier sueño idílico de convivencia entre seres humanos y animales salvajes. Entre los muros de este lugar, enclavado en una suerte de jungla de asfalto y elevado sobre los últimos pisos de un centro comercial prácticamente abandonado desde los años 80, vive Bua Noi, una gorila que ha pasado más de tres décadas encerrada, mirando el mundo a través de los barrotes de una jaula situada en el techo de una megalópolis.
La historia de Bua Noi, que en tailandés significa ‘Pequeño Loto’, es, sin duda, un episodio trágico de cómo el encierro y la exposición pueden mermar la existencia de un ser cuya naturaleza demanda vastedad y libertad. Encerrada desde hace más de 30 años en un espacio de apenas diez por veinte metros y sin luz natural, la vida de esta gorila ha sido objeto de la lucha incansable de activistas medioambientales y hasta del propio Gobierno tailandés, quienes se han esforzado por liberarla. Sin embargo, los propietarios del zoológico han mostrado una férrea oposición a dejarla ir.
La desolación del entorno en el que se encuentra Bua Noi contrasta dramáticamente con la vitalidad intrínseca de los seres que habitan bosques y selvas. El acceso al zoo, por medio de un ascensor-cápsula de apariencia anticuada, lidera a un entorno donde las luces apagadas y el silencio retratan el olvido. A sus 35 años, Bua Noi es ejemplo viviente del cruel destino que puede aguardar a los animales salvajes cuando son arrancados de su hábitat y obligados a pasar sus vidas como meras atracciones.
En 2022, el Ministerio de Medio Ambiente tailandés planteó una idea para liberarla mediante la recaudación de fondos para compensar a los dueños del zoológico. La suma requerida ascendía a casi 800.000 euros. A pesar de estas buenas intenciones, el zoo negó estar en negociaciones para la liberación de Bua Noi. Esta postura ha llevado a organizaciones como PETA a criticar duramente las condiciones en las que viven los animales en Pata Zoo, indicando que muchos de ellos muestran signos claros de angustia y sufrimiento.
La situación de Bua Noi no solo ha movilizado a las autoridades y organizaciones conservacionistas, sino que también ha tocado el corazón de miles de personas alrededor del mundo. Una campaña en Change.org para pedir su liberación superó las 300.000 firmas, lo que evidencia el alcance global de la indignación ante su caso. A pesar de las propuestas para trasladarla a un santuario en Tailandia, donde podría vivir con mayor dignidad sus últimos años, hasta la fecha, las perspectivas de mejora para ella y otros animales encerrados en Pata Zoo siguen siendo inciertas.
En medio del bullicio característico de Bangkok y los rascacielos que definen su horizonte, el caso de Bua Noi resalta la desconexión entre la empatía hacia los seres vivos y las decisiones que llevan a su confinamiento. La triste realidad de esta gorila y de los demás habitantes del zoológico plantea interrogantes profundas sobre la ética de la cautividad animal y el papel que juega la sociedad en perpetuar estas prácticas. Por ahora, Bua Noi sigue esperando en su azotea, símbolo de una lucha más amplia por la libertad y el respeto hacia todas las formas de vida.