La aparición del ‘hijo díscolo’ de Joe Biden agita el panorama electoral estadounidense

Finalmente hay veredicto. Y de culpabilidad. Uno más. Esta vez para Hunter Biden, que se acaba de convertir en el primer hijo de un presidente estadounidense declarado criminal convicto. El jurado de Delaware lo ha considerado culpable de todos los cargos: tres delitos relacionados con la posesión ilegal de un revólver obtenido en 2018 mediante la falsificación de documentos, mientras era adicto al crac. Tres delitos que, sumados, podrían acarrear hasta 25 años de prisión. Aunque la falta de antecedentes penales de Biden Jr. posiblemente lo libre de pisar la cárcel.

Si bien es tentador pensar que este veredicto contra su hijo perjudica en alguna medida las posibilidades presidenciales de Joe Biden, el caso puede ser justo al contrario: Biden está utilizando la decisión del jurado para telegrafiar un escrupuloso respeto por el sistema judicial y anunciar que no indultará a su propio retoño. Una manera de resaltar con la mayor claridad posible que él confía en el imperio de la ley, en contraste con su rival, Donald Trump, convicto hace dos semanas y volcado en describir los cuatro juicios de los que es objeto como una “caza de brujas”.

Aunque esta decisión judicial no tenga ningún efecto sobre el votante en un paisaje polarizado, las circunstancias han dado a Biden la oportunidad de adoptar una postura de superioridad moral. Lo cual se refleja en el tono de la respuesta oficial de la campaña de Donald Trump, que no ha celebrado el veredicto. “El juicio no ha sido nada más que una distracción de los crímenes reales de la Familia del Crimen de Biden, que ha amasado decenas de millones de dólares de China, Rusia y Ucrania”, dice el mensaje de la portavoz oficial de Trump, Karoline Leavitt. “El reino de ‘Crooked’ [“corrupto”] Joe Biden sobre el Imperio Criminal de la Familia Biden se acabará el 5 de noviembre [fecha de las elecciones presidenciales], y nunca jamás un Biden venderá acceso al gobierno para beneficio personal”.

Los republicanos temen que este veredicto, y la serena y recatada respuesta de Joe Biden, actúe como chivo expiatorio para un caso que ellos estiman bastante más jugoso. ¿A quién le importa que Hunter mintiese en un formulario federal, parecen decir, con la cantidad de cosas que ha hecho, a la sombra de su padre, en la última década? El Partido Republicano lleva años tratando de utilizar a Hunter Biden contra el presidente demócrata, a quien acusan, de momento sin pruebas, de estar conchabado de alguna manera con los negocios de su hijo en países de cuestionable reputación. Durante años, Hunter Biden presuntamente usó su parentesco para conseguir lucrativos empleos que, de no ser por el apellido paterno, resultaban difíciles de explicar. Uno de ellos, un puesto de consejero en una corrupta empresa gasística ucraniana, Burisma, por el que percibía un millón de dólares al año.

Los conservadores han usado los instrumentos parlamentarios para indagar en estos y otros casos relacionados por el hijo menor del presidente de Estados Unidos, que ha cerrado distintos acuerdos con empresas de Ucrania, China, Rusia y Kazajistán. Por el camino, además de intentar relacionar con ellos a Joe Biden, han acusado al presidente de mover los hilos para tratar de proteger a su hijo.

Esta es una parte del historial de Hunter Biden que los republicanos llevan tiempo tratando de capitalizar para igualar las cuentas entre Trump y su rival: hacer negocios con el peso del apellido de un servidor público, en este caso, el entonces vicepresidente y hoy presidente de EEUU. El primero de los dos procesos de impeachment a los que se enfrentó Donald Trump se originó, precisamente, en las presiones de Trump al Gobierno de Volodímir Zelenski para que le pasara información comprometida sobre los asuntos de los Biden en Ucrania.

La otra parte del historial de Hunter Biden es, al menos estéticamente, más sensible. Como reconoció el propio Hunter en su libro publicado en 2021 (Beautiful Things: A Memoir), su adicción al crac duró cuatro años. Biden era tan adicto que pensaba únicamente en comprar y en consumir allí donde estuviese: fuera en Washington, donde recorría los campamentos de gente sin hogar, o durante un viaje a Timbuctú, en Mali. “Tenía un apetito ilimitado para la degradación”, dice en su libro, que fue reproducido en formato audio, leído por él mismo, en el juicio. Esta confesión hecha de su puño y letra y narrada con su voz fue clave para persuadir al jurado.

Este “apetito ilimitado para la degradación” incluyó la referida compra del revólver Colt Cobra que lo acabó llevando a juicio, relaciones sexuales con prostitutas grabadas en vídeo y un romance con la viuda de su hermano Beau Biden, fallecido de cáncer cerebral en 2015. Esta, Hallie Biden, testificó en el juicio y describió la época que pasó con Hunter como una “terrible experiencia” de la que se sentía “avergonzada”. Su cuñado, convertido en amante, la introdujo en el consumo de crack. La adicción de Hunter llegó a ser tan grave que su camello rompió el contacto.

Estos cuatro años de infierno personal de Hunter Biden han sido parcialmente dirimidos por el veredicto, aunque no zanjados. Se espera que la jueza, Maryellen Noreika, dicte sentencia dentro de unos tres meses: poco antes de las elecciones presidenciales. Y Hunter Biden tiene pendiente otro juicio en California, previsto para septiembre, donde está acusado de no pagar impuestos durante un año.

Las andanzas del atribulado Biden Junior, de 54 años, también tienen por delante un recorrido político. En uno de los debates presidenciales de hace cuatro años, Donald Trump echó en cara a Joe Biden el comportamiento de su hijo, de quien vertió el bulo de que había sido licenciado “con deshonor” de los marines. Han pasado cuatro años y la animadversión entre ambos candidatos es todavía mayor.

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