El primer ministro marroquí, Aziz Akhannouch, enfrenta una creciente presión por parte de la juventud del país, representada por el colectivo GenZ212, que desde el 27 de septiembre ha liderado protestas pidiendo su dimisión y la del gobierno. En un comunicado reciente, los manifestantes expresaron su «pérdida total de confianza» en el ejecutivo, al que acusan de haber traicionado las esperanzas de la juventud marroquí. Esta descontento ha resonado no solo en las calles, sino también entre intelectuales y artistas que han respaldado al movimiento, enviando una carta al rey Mohamed VI advirtiendo sobre el riesgo de una «espiral fatal» si no se atienden las demandas populares.
Akhannouch, cuya fortuna se estima en 1.400 millones de euros, se ha visto envuelto en un llamado a boicot contra sus empresas, un gesto que ya había experimentado en 2018 con su red de gasolineras. La presión ha aumentado tras la reciente crisis en el sector de la salud, donde múltiples fallecimientos por negligencia médica han exacerbado el malestar ciudadano. A pesar de la gravedad de la situación, el primer ministro ha guardado silencio o se ha limitado a declaraciones vagas, lo que ha contribuido al descontento generalizado.
Mientras tanto, la Casa Real observa la situación desde la distancia. La Constitución marroquí no permite al monarca disolver el gobierno, pero su influencia es innegable. Los intelectuales han evitado criticar directamente al rey en sus reivindicaciones, tal vez por un intento de mantener un equilibrio en un clima tenso. Akhannouch tiene poco tiempo para actuar, ya que su estatus de multimillonario en un país con crecientes desigualdades está en el centro del debate, y la respuesta del palacio real en un próximo discurso podría ser crucial para el futuro político de Marruecos.
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