Ventura Huertas Serrano, uno de los promotores del proyecto cultural FELIPA’22 y fotógrafo artístico, ha visitado la exposición “In vino veritas” que Raw Colectivo Fotográfico tiene actualmente en el Museo Cristina García Rodero en Puertollano (Ciudad Real), acompañado por José Andrés Gallardo De La Sierra-Llamazares, presidente de Raw Colectivo Fotográfico y de Gema Pérez Pinto, comisaria de la exposición, para preparar el recital poético que el poeta infanteño, afincado en Valdepeñas, Juan José Guardia Polaino, realizará en dicha exposición de su última obra literaria “De almas, ditirambos y heridas”.
Combinar, interrelacionar, mezclar vino con poesía y fotografía, en un perfecto maridaje y que esa unión enriquezca las sensaciones agradables de los sentimientos y del paladar más exquisito, es lo que pretende el Grupo Oretania, con el recital poético “De almas, ditirambos y heridas”, del poeta infanteño, afincado en Valdepeñas, Juan José Guardía Polaino. La búsqueda del marco perfecto donde realizar el homenaje poético a Dionisio, dios griego del vino, a través de ditirambos, le ha sido encomendada al fotógrafo Ventura Huertas Serrano, quien, para conocerla de primera mano, ha visitado la exposición fotográfica “In vino veritas”, que ‘Raw Colectivo Fotográfico’ tiene expuesta en el Museo Cristina García Rodero de Puertollano, donde permanecerá todo el verano.
No es la primera vez que, Huertas Serrano, se encarga de maridar poesía, fotografía y vino, ya lo hizo en el año 2017, cuando el Grupo Oretania, le encargó la realización de las fotografías para el libro “Palabras de vino”, del IX Encuentro Oretania de Poetas de la provincia de Ciudad Real, celebrado en Aldea del Rey.
En su visita, estuvo acompañado por José Andrés Gallardo De La Sierra-Llamazares, presidente de Raw Colectivo Fotográfico y de Gema Pérez Pinto, comisaria de la exposición, en ella RAW Colectivo fotográfico hace un homenaje a las labores que sobre la uva y el vino se realizan en tantos lugares de nuestra tierra, como la vendimia o el trabajo en las bodegas. Detallando las edades del vino y de la uva, desde que ésta brota en la parra hasta que es consumida en forma de vino, a través de las imágenes de Rafael Ángel Pérez Toribio, Sandra Beldad Colado, José Andrés Gallardo de la Sierra-Llamazares, Marta Torres Martínez, Juan Antonio Olmeda Martín y Alfonso Torres Consuegra.
Rafael Ángel Pérez Toribio quien, con su proyecto, “ha querido asimilar las edades del ser humano con las de la vid, la uva y el vino, ya que inseparablemente han acompañado al hombre en su placer, en su vejez, y como él, vuelven a la tierra. Ha querido hacerlo, además, a través de un blanco y negro melancólico, oscuro y sin colores, que eviten distracciones del alma de ambos”.
Sandra Beldad Colado que, “en este proyecto, ha querido mostrar la transformación del vino en una obra de arte deconstruida y efímera. En otra serie, ha querido poner de manifiesto la niñez y la frescura en los primeros momentos del proceso de la uva”.
José Andrés Gallardo de la Sierra-Llamazares, cuyos primeros recuerdos sobre el vino son de una bodega en Fernán Caballero, donde acompañaba a su padre a comprar vino en garrafa. Ahora sabe que aquella bodega ya no existe, desapareció, como otras tantas cosas…, José Andrés nos dice que “gracias a este proyecto he podido ampliar mis conocimientos sobre el apasionante mundo de la uva y el vino en mi tierra, la Mancha. Partiendo de la primera floración de las uvas, he podido retratar un ciclo que se repite año tras año, pero nunca exactamente igual: Hay cosas que desaparecen poco a poco, como la vendimia a mano, racimo a racimo, y nuevos avances se incorporan, como las grandes máquinas vendimiadoras y las tolvas de acero en las bodegas. Es un mundo de profundas tradiciones, pero que evoluciona y se transforma constantemente”.
Marta Torres Martínez, en su “pequeño proyecto quiero representar la vida, la alegría, las ganas de disfrutar en y con la compañía de un vino”.
Juan Antonio Olmeda Martín, su proyecto se basa en una visión muy personal del proceso del vino, desde que se recoge la uva hasta que llega el vino a la copa para degustarlo, “hago más hincapié en la vendimia tradicional a mano, cada vez más difícil de encontrar y que terminará desapareciendo. Valgan estas fotografías para inmortalizar este duro trabajo. Las viejas bodegas, abandonadas y en ruinas. Por otro lado, nos llevan a tiempos pasados que añoramos, es muy entrañable fotografiarlas. Especial mención a la fotografía final, recreada con amigos, de un dicho popular en una bonita bodega. Por supuesto, todo el trabajo me ha llenado de satisfacción. Espero que la compartan”.
Y, por último, Alfonso Torres Consuegra, que junto a sus compañeros fotógrafos han intentado mostrar con imágenes inspiradas en textos el extenso e inabarcable mundo del vino, en su caso literalmente; “a quién conozca mis gustos fotográficos no le sorprenderá que en la mayoría de ellas aparezcan personas como protagonistas de distintas situaciones: el pícaro Lazarillo; dos mujeres, madre e hija, juntas en armonía atando racimos para colgarlos y secarlos; la ingenuidad de una joven enjugando una gota derramada por su impericia al beber en bota, etc. No podía faltar el origen de todo, un racimo de uvas, en un rotundo primer plano. Y también varias imágenes evocadoras: botellas arrinconadas en la bodega y con el polvo del olvido a cuestas, tinajas en desuso abandonadas en un descampado, o cepas desdibujadas por la luz del ocaso”.
De almas, ditirambos y heridas
El libro de Juan José Guardia Polaino, “De almas, ditirambos y heridas”, explora de una forma sistemática y casi absoluta todas las caras del vino, la mítica, la mística, la celebrativa y también la personal y la existencial, toda “una exaltación jubilosa y también un canto al elemento báquico y líquido en que muchos de nosotros nos vemos reflejados de forma personal e identitaria”, como así lo explica, en el prólogo del libro, Matías Barchino, Decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla‐La Mancha.
Barchino, nos asegura que “estos ditirambos si hubieran estado escritos en prosa, serían una enciclopedia de las experiencias y sensaciones que proyecta el mosto y la bodega, los odres y los bocoyes, las tinajas y los cercaos. Aun así, trasmiten una gran sabiduría poética y un dominio sobre la materia que se expresa con un vocabulario amplio y preciso. Este libro es uno de los más complejos proyectos que un poeta puede acometer por su dificultad y su ambición”.
Y es que, al igual que Polaino, otros grandes poetas fueron amantes del vino, así “estos ditirambos son un homenaje secreto a todos los que antes se han visto tentados por la celebración y la magia del vino: Juan Alcaide y todos los poetas y artistas de La Mancha, Neruda, Borges, Dumas, Baudelaire, el viejo Omar Jayyam y el más viejo Anacreonte”.