El Real Zaragoza afronta un arranque de temporada lleno de dudas, sin conocer aún la victoria y con Gabi en el punto de mira, mientras la directiva analiza alternativas para reactivar al equipo
El Real Zaragoza arranca la temporada como quien se sube a un tren sin saber si el destino es la gloria o el descarrilamiento. Cuatro partidos después, el balance es tan frío como un invierno en el Moncayo, ningún triunfo y una clasificación que lo condena, por ahora, al sótano de LaLiga Hypermotion. La Romareda, acostumbrada a soñar con gestas de antaño, se enfrenta hoy a un choque contra el Albacete que huele más a ultimátum que a simple jornada liguera.
El rival tampoco se presenta con laureles, un punto en cuatro partidos y una necesidad de redención similar. Pero precisamente ahí está el veneno del encuentro, dos equipos heridos que se ven obligados a disfrazar un duelo corriente de final anticipada. Quien caiga, perderá algo más que tres puntos; perderá la fe de su gente.
Gabi en la encrucijada
El héroe de ayer es, hoy, el sospechoso habitual. Gabi Fernández, el técnico que sostuvo al Zaragoza la pasada campaña, ahora se encuentra atrapado en la paradoja cruel del fútbol, lo que ayer fue épico, hoy parece insuficiente. Cuatro partidos, dos empates, un estilo que no prende y una grada que empieza a sonar más a reproche que a aplauso. La directiva, en público, todavía le arropa; en privado, baraja planes de emergencia como quien guarda velas antes de la tormenta.
El partido contra el Albacete, más que un duelo táctico, se convierte en un examen de supervivencia. Una derrota podría dejar a Gabi con el margen de maniobra reducido a la nada, empujando al club a tomar la decisión más drástica, el relevo en el banquillo. Y es ahí donde emergen nombres que, con su sola mención, levantan un murmullo de expectación.
Las alternativas y el dilema
Javi Gracia aparece en escena como una carta sorpresa. Dos años lejos de los banquillos no borran su currículum, Valencia, Málaga, Osasuna, Watford, Leeds equipos y ligas distintas que certifican un oficio curtido. Su figura representaría para el Zaragoza una solución inmediata, una apuesta por la experiencia frente al vértigo de un arranque desastroso. Para un club con cicatrices y aspiraciones, su llegada sonaría a pragmatismo con tintes de esperanza.
La otra opción es Javier García Pimienta, más cercano a los proyectos de largo aliento que a los parches de urgencia. Tras su paso por el Sevilla, dejó la sensación de un entrenador capaz de dar protagonismo a jóvenes y tejer equipos con paciencia. En La Romareda se le percibe como un bálsamo de continuidad, una vía menos rupturista que la de Gracia, pero igualmente ambiciosa. El dilema de la directiva, al fin y al cabo, es tan viejo como el fútbol mismo, ¿apostar por la emoción de la lealtad o por la fría eficacia de la experiencia?
