En un reciente movimiento diplomático, Japón ha hecho pública su insatisfacción hacia Rusia debido a lo que considera una violación de sus fronteras aéreas por parte de aviones militares rusos, incidente que tuvo lugar el pasado mes de septiembre. Este jueves, el portavoz gubernamental japonés, Yoshimasa Hayashi, en una conferencia de prensa, catalogó el hecho como «extremadamente lamentable», señalando un marcado descontento de Tokio por la negativa de Moscú a reconocer el incidente.
Según el gobierno japonés, aviones de patrulla militar rusos incursionaron tres veces en su espacio aéreo, una acción que el Kremlin ha desmentido. «No tenemos ninguna información que respalde la validez de la protesta japonesa», fue la respuesta rusa frente a las acusaciones, a través de un portavoz de la cancillería, rechazando cualquier señalamiento sobre una supuesta violación del espacio aéreo nipón.
Este cruce de declaraciones llega en un momento especialmente tenso para ambas naciones, en parte debido a maniobras militares conjuntas entre Rusia y China en zonas cercanas a las disputadas islas Kuriles, territorio que ha sido objeto de un prolongado conflicto territorial entre Japón y Rusia desde la II Guerra Mundial. Desde entonces, la disputa por la soberanía de estas islas ha sido un constante punto de fricción en las relaciones diplomáticas ruso-japonesas.
Como respuesta inicial a la incursión aérea, Japón desplegó cazas de sus Fuerzas Aéreas de Autodefensa, lanzando dispositivos similares a bengalas como advertencia a las aeronaves rusas. La serie de eventos resalta el estado de alerta en que se encuentra Japón frente a violaciones a su espacio aéreo, no siendo este el primer incidente de su tipo, pues previamente ha tenido que contestar a intrusiones similares por parte de aviones militares chinos.
El incidente subraya los complejos desafíos de seguridad regional, mientras revela la necesidad de un marco más sólido de comunicación y resolución de disputas entre las potencias involucradas. En 1956, un esfuerzo por normalizar las relaciones diplomáticas llevó a la Unión Soviética y Japón a firmar una declaración que esperaban, eventualmente, culminaría en un tratado de paz formal. Parte de este acuerdo incluía la devolución de dos de las islas Kuriles a Japón, promesa que hasta la fecha no se ha concretado. La continuación de estos conflictos territoriales y violaciones de espacio aéreo solo sirve para tensar aún más las ya delicadas relaciones entre estas naciones.