Un giro inesperado en «La Promesa»: Jana rompe el silencio
Desde la llegada de Jana a La Promesa, su persona se ha cubierto de un halo de misterio. Su forma de actuar, sus miradas meditadas, sus silencios significativos han hecho que la desconfianza por su figura fuese creciendo, hasta la de Leocadia, que no desconfía de nadie. En cualquier caso, en este capítulo, Jana decide romper con ese silencio que la había envuelto hasta este momento y confesarla, dando a conocer el inicio de su propia historia. Una confesión que no solamente despeja la incertidumbre de Leocadia, sino que, además, las une en un proyecto común para desenmascarar a Cruz.
La confesión de Jana, pues, no es solamente un cambio en la estructura narrativa, es un momento cargado de una gran riqueza simbólica. No porque Jana, en su confesión, no hable solamente de sus vulnerabilidades personales, sino porque saca a la luz la red de mentiras tejidas por Cruz. Ambas mujeres llegan a una devastadora conclusión: Cruz ha sido la causante de todo el desbarajuste que ha tambaleado a La Promesa, de la muerte de Tomás. Este hallazgo no solamente cambia la andadura de la investigación, sino que asienta una firme determinación, la de hacer justicia, pase lo que pase.
La unión de Jana y Leocadia es a la vez el recordatorio de que, ante un mundo que está cubierto de traiciones, la verdad se convierte en la mejor arma. Pero eso también suscita una inquietante pregunta: ¿Hasta dónde están dispuestas a llegar para desenmascarar los secretos de Cruz?
La relación entre las dos mujeres es muy interesante porque conlleva el emparejamiento de dos mundos que parecen antagónicos. Por una parte, Leocadia, con su experiencia, su conocimiento sobre los entresijos de La Promesa; por otra, Jana, calculadora y decidida. Juntas formarían un tándem imbatible. Pero en un lugar donde las paredes tienen oídos y las sonrisas se asemejan a dagas muy afiladas, fiarse de alguna persona puede llegar a ser igual de peligroso que enfrentarse al enemigo, que es inevitable.