Entre el 14 y 15 de septiembre, el ministro de Exteriores de Israel, Gideon Sa’ar, lanzó una serie de tuits dirigidos a Pedro Sánchez, donde utilizó un lenguaje incendiario que incluía términos como «antisemita» y «mentiroso». Este intercambio es parte de un patrón de tensiones diplomáticas que ha marcado la relación entre España e Israel, especialmente desde octubre del año pasado. Las acusaciones han llevado a represalias que van desde la restricción de servicios consulares hasta la prohibición de entrada de miembros del gobierno español a Israel.
A medida que el conflicto en Gaza se intensifica, la diplomacia israelí ha optado por una postura más agresiva, catalogando cualquier crítica como un ataque directo a su legitimidad. Esta estrategia, evidenciada en comentarios de figuras académicas, sugiere que la retórica israelí ha virado hacia la intolerancia ante las cuestionamientos, limitando el espacio para el debate político sobre su accionar en relación con el conflicto palestino. La percepción en Israel es que las críticas españolas son más duras que las de otros países europeos, algo que se refleja en la forma en que Tel Aviv interpela públicamente a la política española.
Internamente, el gobierno de Sánchez parece utilizar estas tensiones para reforzar su imagen en un contexto político donde las crisis económicas y sociales han dominado la agenda. Sin embargo, esta misma dinámica ha propiciado un espacio para que la oposición política se sume al debate, utilizando las acusaciones israelíes como una herramienta para deslegitimar al gobierno. De este modo, la crisis diplomática no solo afecta las relaciones internacionales, sino que también se convierte en un instrumento en el juego interno del poder político en España.
Artículo resumido que puedes leer completo aquí