En una situación que recuerda las tensiones y conflictos de antaño, Israel ha lanzado una nueva ofensiva en Cisjordania, nombrada con resonancia histórica como «Muro de Hierro». Esta denominación, deliberadamente evocadora del texto de 1923 del líder del sionismo revisionista, Vladimir Ze’ev Jabotinsky, simboliza una postura intransigente frente a las aspiraciones palestinas. Jabotinsky, con su visión de un estado judío que abarca ambos lados del río Jordán y una política de fuerza hacia los árabes, parece encontrar un eco en la política israelí actual, particularmente en el contexto de su ofensiva para desmantelar a las Brigadas de Yenín en Cisjordania.
Las Brigadas de Yenín, una coalición de facciones armadas palestinas con inclinaciones hacia Hamás, la Yihad Islámica y Al Fatah, han emergido como un símbolo de resistencia. Están fundamentalmente en oposición a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), vista por muchos, incluidos estos grupos, como colaboracionista y corrupta. El liderazgo envejecido de Mahmoud Abbas, sin elecciones en casi dos décadas, refuerza esta percepción de estancamiento y falta de legitimidad.
Israel justifica su intervención militar como un esfuerzo por sofocar la insurgencia y, quizás, como un gesto de apoyo al tambaleante liderazgo de la ANP. Sin embargo, las raíces del conflicto y la elección del nombre «Muro de Hierro» sugieren una postura mucho más profunda y quizás un reconocimiento tácito de la ausencia de un horizonte de paz negociada. Esta operación marca la primera vez en 20 años que Israel ha desplegado tanques en Cisjordania, una señal de la escalada de su compromiso militar y una indicación clara de la gravedad con la que ve la situación actual.
El ataque en Cisjordania, aun así, se siente distante para muchos israelíes, con la opinión pública y los medios de comunicación concentrándose más en el ciclo interminable de violencia con Hamás. Este despliegue militar en el territorio palestino ocupa una nota al pie en la narrativa nacional israelí, pese a sus significativas implicaciones para la estabilidad regional y la vida de millones.
En este intricado contexto, la política israelí refleja una continuidad con su pasado. Desde el pragmatismo de Ben Gurion hasta la visión territorial máxima de Jabotinsky, Israel parece estar en una encrucijada histórica, debatiendo su futuro en términos que resonarían con sus fundadores. Sin embargo, la coalición gobernante actual, con inclinaciones hacia el sionismo mesiánico y posiciones ultranacionalistas, sugiere que el legado de Jabotinsky, con su énfasis en la fuerza y la expansión, tiene un nuevo aliento.
Detrás de la operativa militar y las maniobras políticas, permanece la cuestión sin resolver de la autodeterminación palestina. La dinámica interna palestina, con la ANP debilitada y facciones como Hamás desafiando su autoridad, complica aún más el camino hacia la paz. La solución propuesta por Jabotinsky de un «Muro de Hierro» —una implacable fuerza que garantizaría la seguridad y la supremacía judías— parece reflejarse no solo en la retórica sino en las políticas actuales de Israel. Sin embargo, esta estrategia omite una consideración crucial: la humanidad compartida y los derechos inalienables de los palestinos.
Mientras tanto, el mundo observa. La reapertura de discusiones sobre soluciones de un estado, binacionales o federadas, entre otras, destaca la complejidad de encontrar una paz equitativa. En este centenario de la formulación del concepto de «Muro de Hierro» por parte de Jabotinsky, los fundamentos del conflicto israelí-palestino siguen siendo tan perturbadores y difíciles de resolver como siempre. La pregunta sigue siendo si el futuro de la región puede concebirse más allá de los muros de separación, tanto físicos como ideológicos.