En los campos negros de basalto al sur de Damasco, se intensifica una situación de tensión geopolítica que refleja no solo la complejidad del conflicto sirio, sino también la intrincada red de intereses internacionales en la región. Israel, bajo el liderazgo del primer ministro Benjamin Netanyahu, ha emprendido una inusual extensión de su influencia en territorio sirio, específicamente en las áreas que bordean los Altos del Golán ocupados, donde se ha lanzado a la construcción de nueve puestos militares.
Este despliegue militar israelí, que incluye la ocupación de una zona desmilitarizada previamente controlada por la ONU, así como partes del monte Hermón y ocho pueblos sirios, sigue a la toma de Damasco por el grupo islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS). Netanyahu había advertido sobre esta posibilidad, y la acción de Israel se presenta como una firme advertencia al nuevo ejército sirio liderado por Ahmed al Sharaa, insinuando una fuerte oposición a cualquier tentativa de estas fuerzas por acercarse al territorio al sur de Damasco.
La situación es aún más compleja dado el contexto más amplio del conflicto sirio. Al Sharaa, el nuevo líder de Siria, es visto con recelo por Israel, en parte porque dirige tropas anteriormente afiliadas al Frente Al Nusra. Sin embargo, Al Sharaa ha expresado su voluntad de negociar la normalización de relaciones con Israel, una postura que no mitiga la desconfianza de este último hacia una Siria militarmente robusta cerca de sus fronteras.
La movida israelí también refleja un claro intento por remodelar las dinámicas de poder en el sur de Siria, una región predominantemente drusa que anteriormente no había visto una fuerte penetración de las nuevas fuerzas armadas de Damasco. Para Israel, la erradicación de influencias consideradas hostiles en su frontera norte y el establecimiento de un cinturón de seguridad alrededor de los Altos del Golán ocupados es una prioridad estratégica. Esto, aun cuando se corre el riesgo de fricciones con otras potencias regionales, especialmente Turquía, que han expresado su propia preocupación por las acciones israelíes calificándolas de «expansionistas».
Además, esta situación coincide con reportes de que Israel está presionando a Estados Unidos para mantener a Siria «débil y descentralizada», evidenciando el deseo israelí de influir en el futuro político y territorial de Siria. La aparición de milicias de protección local en el sur de Siria, algunos de los cuales buscan alinear sus intereses con los de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) apoyadas por Estados Unidos, indica la volatilidad y la fluidez de las alianzas y los enfrentamientos en la región.
La población local drusa, atrapada entre el avance de Israel y los remanentes del conflicto sirio, muestra sentimientos encontrados. Algunos ven en Israel un protector ante la incertidumbre que impera en Siria, mientras otros perciben estas maniobras como una utilización de su comunidad para fines mayores que podrían acabar dividiéndolos y colocándolos en una posición aún más vulnerable.
Este escenario deja a Al Sharaa «entre la espada y la pared», con opciones limitadas frente a un Israel decidido a reconfigurar el equilibrio de poder en su frontera norte. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con cautela, consciente del riesgo de que nuevos actores militares, financiados por potencias como Irán, entren en el ya convulso teatro sirio, añadiendo otro nivel de complejidad a un conflicto que no parece tener fin.