La directora del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, Irene Pardo, ha inaugurado la nueva edición del festival en el histórico Corral de Comedias, rodeada de colaboradores, participantes y vecinos del lugar, quienes han contribuido con su esfuerzo y pasión a la realización de la cita cultural.
Durante su discurso, Pardo ha extendido su gratitud al Patronato por su firme apoyo y por mantener una actitud positiva, esencial en una época en la que el festival se encuentra en plena fase de crecimiento y desarrollo. La directora del festival enfatizó la importancia de profundizar en nuestras raíces y orígenes, una exploración que este año será un eje central de la programación.
La reflexión sobre la herencia de la cultura y su reinterpretación fue un tema clave, con Pardo subrayando la responsabilidad compartida de construir la «tradición del futuro». La directora señaló que la oferta cultural presentada en esta edición incluirá una muestra amplia del talento que gravita alrededor del Siglo de Oro español, pero también exhibirá admiración y reconocimiento hacia los acontecimientos artísticos concurrentes de la época más allá de las fronteras de España.
Con una duración de 24 días, el festival ofrecerá una diversidad en las artes escénicas con compañías que interpretarán desde teatro hasta danza y flamenco, haciendo uso de figuras retóricas como la anáfora, el quiasmo y el oxímoron para transformar estas representaciones en símbolos de vanguardia.
Pardo también ha reivindicado el carácter distintivo del festival, integrándolo en el continuo cruzamiento de las historias locales con especial mención a las encajeras de Almagro, y su impacto único en el tejido cultural actual. En respuesta a la era digital y su algoritmo de retroalimentación, ella destacó que Almagro se convierte en un espacio de estímulo para los sentimientos y agitador de conciencias, todo bajo el estandarte de la libertad de creación.
La directora no ha dejado pasar la oportunidad de abordar la problemática de la subrepresentación de las mujeres en la cultura del Siglo de Oro, catalogando esta noción de «ridícula» y enfatizando la trascendencia de su participación en la historia cultural.
Pardo concluyó su discurso con una invitación a la reflexión sobre el acto cultural del teatro, considerándolo como un «ritual de la escucha» que requiere lo más preciado: el tiempo y la atención del espectador, configurándose así como una experiencia personal y única para cada asistente en función de sus anhelos y facultades individuales.
