En un tenso cruce de acusaciones y negativas, Irán ha rechazado las afirmaciones de las agencias de inteligencia estadounidenses alegando que el país está intentando influir en las próximas elecciones presidenciales de EE.UU. mediante tácticas cibernéticas. Esta negativa llega después de que agencias como el FBI, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional (ODNI) y la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad (CISA) advirtieran sobre un incremento en las actividades de Irán apuntadas a interferir en los comicios.
La Misión Permanente de Irán ante las Naciones Unidas refutó estas acusaciones a través de un comunicado en el que se subraya que estas «alegaciones no tienen fundamento y carecen de cualquier base». En este sentido, Iraní insistió en que “como hemos afirmado previamente, la República Islámica de Irán no tiene ni la intención ni motivos de interferir en las elecciones presidenciales de EE.UU.”
Por otro lado, las agencias estadounidenses han expresado preocupación por lo que consideran una creciente agresividad por parte de Irán en el contexto electoral, implicando «operaciones de influencia dirigidas al público estadounidense y operaciones cibernéticas dirigidas a campañas presidenciales». Según indican, estas maniobras han incluido intentos de acceder a personas con conexión directa a campañas tanto republicanas como demócratas, con el objetivo de influir en el proceso electoral.
Este intercambio de acusaciones ocurre en un contexto históricamente tenso entre ambos países, evidenciado por el recordatorio de las agencias estadounidenses del 71 aniversario del golpe de estado de 1953 en Irán, apoyado por EE.UU., contra el primer ministro Mohammad Mosadegh. Este episodio histórico es uno de los muchos que han contribuido a las turbulentas relaciones entre Irán y Estados Unidos, las cuales se encuentran una vez más en el centro de atención internacional ante las próximas elecciones presidenciales estadounidenses.
Mientras Estados Unidos se prepara para las elecciones, estas afirmaciones y negativas añaden una capa adicional de complejidad al ya de por sí cargado clima político y electoral, planteando interrogantes sobre la seguridad electoral y la influencia extranjera. Ambos países se mantienen firmes en sus respectivas posturas, dejando al mundo a la espera de cómo estos reclamos podrían influir o reflejarse en los resultados electorales venideros.