En un suceso que ha conmocionado tanto a Irán como a la comunidad internacional, el presidente Ebrahim Raisi sufrió un grave accidente de helicóptero. El incidente ocurrió el pasado domingo 19 de mayo cuando el mandatario iraní se dirigía a la ciudad de Tabriz, en Azerbaiyán Oriental, tras visitar dos proyectos hidroeléctricos en la frontera norte.
El gobierno inicialmente comunicó que el helicóptero había realizado un «aterrizaje forzoso» debido a malas condiciones meteorológicas y que los ocupantes, incluido el ministro de Asuntos Exteriores, habían continuado su viaje por carretera. Sin embargo, estas informaciones acabaron siendo meros rumores ante la ausencia de pruebas concluyentes sobre el paradero del presidente y los demás pasajeros.
La desaparición del helicóptero generó un torrente de especulaciones y teorías, incluido el posible sabotaje, dadas las tensas relaciones entre Irán e Israel, especialmente en un contexto de alta tensión con Tel Aviv. Pese a las conspiraciones, la realidad sobre las causas del accidente puede ser más terrenal, vinculada a deficiencias técnicas y restricciones en la capacidad de Irán para mantener su flota aérea debido a sanciones internacionales.
El helicóptero siniestrado era un Bell 212 canadiense, de diseño estadounidense, sin el equipo avanzado para vuelo instrumental, lo que sugiere que las condiciones meteorológicas adversas podrían haber jugado un papel crucial en el accidente. Esta versión adquiere fuerza considerando el difícil mantenimiento de estos aparatos en Irán, donde las sanciones han limitado el acceso a repuestos esenciales.
Además, la confirmación oficial de la muerte del presidente Raisi tras el siniestro supone un duro golpe para el país, que enfrenta ahora un período de incertidumbre política. Raisi, un político conservador posicionado justo por debajo del ayatolá en la jerarquía chií, era visto como el principal candidato a suceder al líder supremo, Alí Jamenei.
Este trágico evento destaca las contradicciones internas de Irán, un país capaz de desarrollar tecnologías avanzadas en algunos sectores mientras sufre carencias críticas en otros, como muestra la incapacidad de mantener adecuadamente sus medios de transporte aéreo. La solicitud iraní de ayuda internacional, incluida la Unión Europea y Turquía, para localizar el aparato perdido subraya estas dificultades y pone de relieve las prioridades del régimen.
A medida que la investigación avanza, la expectativa internacional se centra en cómo este incidente afectará la ya compleja situación geopolítica de Oriente Medio. La pérdida de Ebrahim Raisi no solo deja un vacío en el liderazgo político de Irán sino que también plantea interrogantes sobre la dirección futura del país y sus relaciones internacionales.