A las 9:00 de la mañana, con un frío que corta la piel, el box de Crossfit Puertollano abre sus puertas desafiando el invierno gélido de Puertollano. Algunos entusiastas del deporte llegan, revestidos de abrigo, dispuestos a dejar atrás las consecuencias de las celebraciones del año nuevo para cumplir con sus resoluciones de año nuevo: hacer ejercicio. La escena es una mezcla de determinación y el silencioso acuerdo de que hoy, el primer día del año, también está hecho para superar límites personales y romper con la monotonía.
Aunque la noche anterior se haya dado licencia para descuidar la dieta, los fieles al Crossfit no se permiten excusas para faltar a su sesión de entrenamiento, denominada WOD (Workout of the Day). Los habituales del lugar son acompañados por algunas caras nuevas, que decidieron empezar el año nuevo con energía. Patri Hervás, una de las entrenadoras, observa con satisfacción cómo sus pupilos luchan contra la posible resaca y el cansancio, ejemplificando la tenacidad que caracteriza al Crossfit. A pesar de los desafíos extras que el primer día del año pueda presentar, como la amenaza de deshidratación por el alcohol, el esfuerzo colectivo logra que todos completen su rutina.
El Crossfit se presenta no solo como una práctica para aquellos con cuerpos esculpidos, sino como un deporte inclusivo que acoge desde niños de ocho o nueve años hasta personas que rozan los setenta, como Antonio Rodríguez, un veterano cuya presencia desmiente cualquier idea preconcebida sobre la edad y el fitness. El sentido de comunidad y el apoyo mutuo son palpables, convirtiendo este lugar en un punto de encuentro donde diferentes generaciones comparten la meta común de superación personal. Según Hervás, este es el verdadero valor del Crossfit: la capacidad de enganchar a la gente gracias a los resultados visibles y el ambiente motivador, haciéndolo un reto atractivo para cualquiera que quiera desafiar sus propios límites este nuevo año.