Inflación: una amenaza a la competitividad exterior de los países

La inflación, uno de los grandes males económicos, puede dañar la economía de cualquier país. Y también su competitividad exterior.

La inflación es injusta

La subida generalizada de precios conlleva muchos problemas. El más evidente es la pérdida de poder adquisitivo. Pero le acompañan otras importantes dificultades, incluso aunque suban nuestros ingresos.

La inflación obliga a dedicar recursos a defendernos de sus efectos. Tenemos que pensar dónde poner nuestros ahorros para evitar su depreciación. Tenemos que dedicar más tiempo a informarnos sobre los precios que pagaremos. Porque, cuando los precios bailan continuamente, resulta más difícil comparar entre alternativas.

Algo similar ocurre para quienes venden sus productos. En un entorno con inflación e incertidumbre tienen que decidir frecuentemente a qué precios vender. Se tienen que ocupar también de informar a su clientela, sabiendo que a esta no le van a gustar esas decisiones.

Todo lo anterior ocurre, además, de forma injusta. La inflación golpea más duro a quienes tienen menos recursos para protegerse. También nos obliga a pagar más impuestos, aunque nuestra capacidad económica real no haya aumentado.

La inflación provoca ineficiencia

Además de ser injusta, la inflación hace que la economía funcione peor. ¿Por qué? Porque las señales que los mercados nos transmiten vía precios resultan más confusas, más inciertas. Nos complican la toma de decisiones. Estos efectos se agravan cuanto mayor y más variable es la inflación, porque la incertidumbre crece.

En los casos extremos de hiperinflación, los resultados son dramáticos y pueden acabar con la confianza en el dinero. Es muy difícil fiarse de tu moneda si ves que los precios suben cada día, como pasa en Venezuela. O como ocurrió en Ecuador, donde sustituyeron oficialmente su moneda, el sucre, por el dólar estadounidense para evitar más problemas.

La inflación afecta a la competitividad exterior

Siempre que una economía sufre inflación, y la consiguiente pérdida de eficiencia, se resiente su competitividad exterior. La explicación es sencilla. Cuando los precios aumentan, los clientes buscan proveedores más baratos en otros lugares y, por tanto, bajan las exportaciones.

Pensemos en el turismo. Supongamos que una familia alemana quiere irse de vacaciones al Mediterráneo. Si ve que los precios en España se han disparado, tal vez elija entonces irse a Croacia. España perdería las exportaciones correspondientes al gasto de esa familia durante sus vacaciones.

Asimismo, con los precios al alza, los españoles tratarían de comprar más barato en el extranjero. Aumentarían entonces las importaciones y empeoraría el saldo de la balanza comercial: la diferencia entre el valor de las exportaciones y el de las importaciones sería menos favorable para España.

¿Cómo medir la competitividad exterior?

Para medir la competitividad no basta con fijarnos en la inflación. España tiene una alta tasa de inflación pero también la tienen otros países. Ahora mismo, sin ir más lejos, la española es la inflación más baja de la eurozona. Como los precios al consumo crecen más fuera, España estaría ganando competitividad, tras meses de pérdidas.

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El indicador de competitividad de una economía simplemente compara la evolución de la inflación dentro y fuera del país. Hay más índices con los que se podría calcular la inflación para medir la competitividad de las empresas españolas. Como el índice de precios industriales (IPRI), que mide los precios de venta de los productos industriales a salida de fábrica.

Según este indicador, con respecto al inicio de 2021, las empresas españolas aún pierden competitividad con sus competidoras de la eurozona. Este es un buen ejemplo de que distintos indicadores pueden dar resultados diferentes. Observarlos todos en conjunto da una mejor imagen de lo que está sucediendo en una economía.

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Pero, ¿y si queremos comparar los resultados españoles con los de países que no usan el euro? En ese caso, no basta con comparar los niveles de inflación, sino también tener en cuenta qué sucede con el tipo de cambio.

Imaginemos que el dólar se aprecia frente al euro. Eso equivale a decir a que las exportaciones serán más baratas para quien las pague en dólares. En cambio, será más caro salir al mercado exterior a comprar productos facturados en dólares. El resultado es, por tanto, que los productos nacionales (vendidos en dólares pero producidos en euros) ganan competitividad. Así, combinando las tasas de inflación con los tipos de cambio, obtenemos otro indicador de competitividad exterior.

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El gráfico muestra que las dos versiones de este indicador están comportándose como los dos anteriores. Esto ocurre porque para su cálculo se pondera que gran parte del comercio español se realiza con otros países de la eurozona.

¿Qué está ocurriendo con el sector exterior?

En el comercio exterior de España influyen más factores que la competitividad de precios. Influyen desde el crecimiento económico hasta las preferencias de la gente, pasando por las políticas económicas. En cualquier caso, los últimos datos disponibles indican cierto empeoramiento del saldo comercial. Están creciendo más las importaciones que las exportaciones.

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Fuente: Instituto Nacional de Estadística.

 

Habrá que prestar atención a estos acontecimientos. Tal vez sean algo pasajero. Pero el comercio exterior estaba tirando del crecimiento. Perder competitividad sería una muy mala noticia para la economía española.

The Conversation

José Luis Álvarez does not work for, consult, own shares in or receive funding from any company or organisation that would benefit from this article, and has disclosed no relevant affiliations beyond their academic appointment.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.

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