En una demostración contundente de cambio ideológico hacia la derecha, el presidente francés Emmanuel Macron nombró a los miembros de su nuevo Gobierno este sábado, destacando en su elección a figuras conservadoras y otorgándole la batuta de esta nueva orientación al primer ministro Michel Barnier. Este rediseño del Ejecutivo llega tras unas elecciones anticipadas convocadas por Macron, que parecen haber sentado las bases para este viraje político.
Entre los nombramientos más simbólicos de esta transformación se encuentra Bruno Retailleau, nuevo ministro del Interior, conocido por sus firmes posturas en materia de inmigración. Retailleau, hasta ahora líder del grupo Los Republicanos (LR) en el Senado, ha manifestado en reiteradas ocasiones su apoyo a una drástica reducción de la inmigración, tanto legal como ilegal. Este cambio supone un giro notable respecto a políticas previas, marcando el inicio de una nueva era en la política interna francesa.
No obstante, en medio de esta ola conservadora, una figura destaca por su diversidad ideológica: Didier Migaud, exdiputado socialista, quien ha sido nombrado ministro de Justicia. Su inclusión en el gabinete podría interpretarse como un intento de equilibrio o integración de perspectivas diversas, aunque es claramente la excepción dentro de un gobierno mayoritariamente derechista.
La respuesta a esta reconfiguración política no se hizo esperar. Miles de manifestantes tomaron las calles de París este sábado, exigiendo la destitución de Macron. La protesta, marcada por la participación de organizaciones y partidos de izquierda, reunió a 3.200 personas según fuentes policiales, aunque la cifra real podría ser mayor. Las demandas de los manifestantes reflejan un profundo descontento con las políticas propuestas por el nuevo gobierno, abogando por un aumento del salario mínimo y la derogación de recientes reformas en pensiones y jubilación.
Lo más notable en las calles fue la presencia de La Francia Insumisa (LFI), con líderes como Mathilde Panot al frente de la manifestación, aunque sin el acompañamiento de Jean-Luc Mélenchon, quien se encontraba en Marsella. La ausencia del Partido Socialista fue palpable, evidenciando una fractura en la oposición y en las formas de protesta contra el gobierno de Macron.
Este episodio marca un punto de inflexión en la política francesa, donde el desplazamiento hacia la derecha en el Ejecutivo choca frontalmente con un movimiento de izquierda que se resiste desde las calles. La tensión entre ambas visiones del país promete ser una constante en el panorama político de Francia, en un momento donde el diálogo parece más necesario que nunca.