La creciente necesidad de una defensa europea autosuficiente, acentuada por la posibilidad de un repliegue defensivo de Estados Unidos, coloca a Europa y, particularmente a España, ante un desafío estratégico sin precedentes. La posibilidad de enfrentarse a una «soledad estratégica» impulsa a la Unión Europea a reforzar su defensa colectiva y adquirir capacidades que, hasta ahora, eran complementadas significativamente por el Pentágono. Para España, esto representa no solo un desafío, sino también una oportunidad para afirmarse como un socio industrial y militar clave dentro de la defensa continental, sin dejar de lado sus prioridades en seguridad nacional.
El impulso hacia el rearme europeo, considerado una respuesta necesaria ante los recentimientos geopolíticos y el eventual repliegue norteamericano, promete revivir la industria nacional de defensa de España, la cual ha sufrido una prolongada sequía financiera desde la crisis global de 2008. Este rearme viene en un momento crucial, justo cuando las fuerzas armadas españolas buscan modernizar sus capacidades tras dos décadas orientadas mayormente hacia misiones de estabilización y mantenimiento de la paz.
Sin embargo, la transición hacia una defensa europea más robusta y autónoma plantea numerosos retos para España, especialmente en cuanto a la sustitución de sistemas de armas relevados y la adopción de nuevas tecnologías y estrategias militares, como drones e inteligencia artificial. En este contexto, la figura de Javier Colomina, nombrado representante especial del secretario general de la OTAN para los Países Vecinos del Sur, adquiere especial relevancia, simbolizando el papel estratégico que debe jugar España no solo en el frente oriental, sino también en atender los desafíos de seguridad desde el Flanco Sur.
La atención prestada por la OTAN al Este de Europa, especialmente desde la primera invasión rusa de Ucrania en 2014, ha generado preocupaciones entre los países del sur de Europa, que abogan por una perspectiva de seguridad que no descuide las amenazas emergentes en la periferia meridional del continente. La realidad geopolítica ha llevado a un resurgimiento del concepto de «flanco sur», colocando la inestabilidad en el Mediterráneo y el Norte de África como una prioridad estratégica para España, cuya seguridad y estabilidad económica podrían verse directamente afectadas por la tensión en el Magreb y la competencia armamentística en la región.
La carrera armamentística entre Argelia y Marruecos, con la participación de potencias extranjeras como Rusia, Estados Unidos, Francia e Israel, ha llevado a un acercamiento en la capacidad militar de estos países respecto a España, generando un ambiente de inestabilidad que requiere vigilancia y preparación ante cualquier eventualidad. Los desafíos que esta situación impone a España son complejos, desde maniobrar frente a reclamaciones territoriales audaces hasta gestionar crisis en escenarios de ambigüedad y negación plausible, sin mencionar la posibilidad de enfrentarse a crisis internas imprevistas en la región.
Además, la presencia de mercenarios rusos en el Sahel, junto con la creciente violencia yihadista, subraya la necesidad de una estrategia europea que aborde las realidades africanas y reconozca la importancia de mirar más allá de las fronteras continentales europeas. Para España, el rearme europeo no solo es una ocasión para modernizar sus fuerzas armadas, sino también una oportunidad para resaltar la trascendencia de los escenarios del sur en la agenda de seguridad europea, asegurando que las necesidades y preocupaciones regionales sean atendidas en este nuevo paradigma de defensa europeo.