La crisis sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19 ha desencadenado una serie de repercusiones significativas en la salud física de la población global, resaltando la complejidad y variedad de efectos que van mucho más allá de la infección por el virus. Entre las afectaciones directas e indirectas ocasionadas por esta situación sin precedentes, se destacan:
Primero, la enfermedad de COVID-19 en sí, que ha demostrado tener la capacidad de generar desde síntomas leves hasta cuadros clínicos extremadamente graves, incidiendo en diversos sistemas del cuerpo humano como los pulmones, el corazón, los riñones y el sistema nervioso.
Además, el incremento en el sedentarismo es otro efecto colateral preocupante, como resultado de las restricciones a la movilidad, el cierre de instalaciones deportivas y espacios recreativos públicos, favoreciendo el desarrollo de condiciones de salud adversas tales como obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares.
Los cambiantes hábitos alimenticios también han marcado un antes y un después durante este periodo, con un notable incremento en la ingesta de alimentos procesados, comida rápida y otras opciones menos saludables movidas por el estrés, la ansiedad y el aburrimiento, aspectos que inevitablemente repercuten negativamente en la salud digestiva y el manejo del peso.
Otra dimensión crítica es la interrupción de la atención médica regular, puesto que el temor al contagio ha llevado a numerosas personas a evitar visitas médicas de rutina y posponer tratamientos y procedimientos médicos no urgentes, con el consecuente deterioro en el control de condiciones crónicas y una reducción en la detección temprana de problemas de salud.
Finalmente, el impacto en la salud mental no puede ser subestimado, con el estrés crónico generado por la incertidumbre, el aislamiento social y las dificultades económicas actuando como catalizadores de un deterioro en la salud física, evidenciado en un aumento en el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, trastornos del sueño y problemas gastrointestinales, entre otros.
Este panorama pone de manifiesto la importancia crítica de promover un estilo de vida saludable y garantizar el acceso continuo a la atención médica incluso en medio de crisis de salud pública, con el fin de mitigar los efectos a largo plazo en la salud de la población mundial.