Cuatro pacientes aquejados por síndrome de Frey han sido tratados con éxito en el Hospital General de Villarrobledo, dependiente del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha, en los tres últimos años.
El síndrome de Frey puede aparecer cuando tras la extirpación de la glándula parótida (la mayor parte de las veces debido a un tumor) se produce una inervación anómala de las glándulas sudoríparas de la piel que recubre la zona intervenida.
Como consecuencia de esta anomalía, algunos de estos pacientes presentan durante las comidas enrojecimiento y sudoración de la región cutánea existente entre la oreja y la mejilla.
En ocasiones, el enrojecimiento y la sudoración son tan visibles que pueden limitar la vida social de estas personas, hasta el punto de que traten de evitar todas aquellas situaciones que supongan ingerir alimentos fuera de casa.
Gracias a la colaboración y coordinación entre los doctores Inmaculada Moreno y Manuel García, del Servicio de Otorrinolaringología, y el doctor José Daniel Jiménez, especialista en Medicina Física y Rehabilitación, se ha logrado -en palabras de estos profesionales- “un resultado excelente” que ha servido para “mejorar notablemente la calidad de vida” de cuatro pacientes que padecen este trastorno.
“Se sienten incómodos por cómo les suda la cara, se les mancha la ropa o les mira la gente. Muchos pacientes desconocen que este síndrome tiene tratamiento y piensan que la única salida que les queda es aprender a vivir con este problema”, advierte el doctor Manuel García.
Pero nada más lejos de la realidad. Según el doctor García, el tratamiento es bastante sencillo y consiste en inyectar en la zona afectada toxina botulínica. Además, no requiere ingreso, es prácticamente indoloro, se realiza en consulta y no dura más de diez minutos.
Los cuatro pacientes atendidos en el Hospital General de Villarrobledo aquejados del síndrome de Frey habían sido intervenidos quirúrgicamente por patología tumoral en la glándula parótida.
Colaboración multidisciplinar
El tratamiento recibido en este centro hospitalario ha dado un excelente resultado en todos ellos. No ha habido complicaciones y ha mejorado de forma notable la calidad de vida de estas personas. En opinión del doctor Manuel García, lo ocurrido “es un buen ejemplo de los beneficios que reporta al paciente que exista colaboración multidisciplinar para el tratamiento de diferentes patologías”.
Por otro lado, el tiempo transcurrido entre la aplicación de la toxina botulínica y la reaparición de los síntomas en estos pacientes ha sido de dos años y medio. Cuando aparecen de nuevo las molestias puede repetirse el tratamiento con las mismas garantías de seguridad y eficacia que la primera vez.