El norte de la provincia de Guadalajara se ha convertido en un laboratorio natural para el Proyecto Renurse, cuyo objetivo es investigar los efectos de la pérdida de población en zonas rurales de montaña. Este estudio, que también abarca áreas de Huesca y Navarra, compara núcleos deshabitados y repoblados. Dentro de la provincia de Guadalajara, se centra en las localidades de Campillo de Ranas, La Vereda y el despoblado núcleo de Robredarcas, situado en el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara.
El Proyecto Renurse, que se traduce como el efecto de la restauración de núcleos rurales abandonados sobre los servicios ecosistémicos, es liderado por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Se lleva a cabo con un equipo interdisciplinario que incluye profesionales de la Estación Experimental Aula Dei (EEAD), el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA), y el Departamento de Ciencias Agrarias y del Medio Natural de la Universidad de Zaragoza.
La metodología empleada en este proyecto combina muestreos ecológicos de campo (en suelos, aguas, aves y vegetación) con trabajos cartográficos y encuestas de percepción social. Este fin de semana, se llevó a cabo un taller en el Centro AN (Arquitectura Negra) de Campillo de Ranas, donde representantes de los núcleos estudiados y agentes locales contribuyeron a definir estrategias de acción para combatir la despoblación rural.
En este contexto, se analizan diversas localidades en Guadalajara: La Vereda, deshabitada desde los años 70 y restaurada desde 1990; Campillo de Ranas, que ha mantenido su población histórica; y Robredarcas, que está completamente en ruinas y deshabitada desde los años 60. La densidad de población en estas zonas es alarmantemente baja, con solo 3.6 habitantes por kilómetro cuadrado, una tendencia que se repite en los núcleos de las otras provincias en estudio.
El proyecto se centra en tres tipos de núcleos rurales: aquellos que están habitados, los que han estado despoblados desde los años 60 o 70, y los que fueron despoblados durante ese mismo periodo pero han sido restaurados en las últimas décadas. Esta selección se realizó para cumplir con el diseño experimental, que exige la existencia de núcleos en condiciones ambientales similares.
María Felipe-Lucia, investigadora del IPE-CSIC, resalta la importancia de las áreas rurales para el desarrollo sostenible global, debido a su contribución en servicios ecosistémicos esencialmente necesarios para la sociedad, como la producción de alimentos, la regulación del clima y la provisión de espacio para actividades recreativas. Este proyecto se propone aportar evidencia científica sobre los efectos de la repoblación, un tema que ha sido poco explorado hasta ahora, ya que buena parte de los estudios anteriores se han centrado en el impacto del abandono rural en los ecosistemas.
El proyecto, que comenzó en 2023 y se extenderá hasta mediados de 2025, ya ha realizado un análisis cartográfico de los usos y coberturas del suelo en momentos clave como los años 50 y 80. Además, se ha estudiado la provisión de servicios ecosistémicos, abarcando aspectos como la calidad y fertilidad de los suelos, y la diversidad de especies presentes. Dentro del primer año, se han llevado a cabo jornadas participativas con los habitantes locales para compartir objetivos y metodología, y se planean más encuentros para diseñar estrategias que frenen la despoblación en estas áreas rurales.