En un encuentro significativo programado para este viernes en La Moncloa, el jefe del Gobierno de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, está decidido a abordar temas de gran relevancia para la región, con el agua como punto central de su agenda. En declaraciones hechas el 30 de septiembre de 2024 desde Guadalajara, García-Page subrayó la necesidad de acelerar los cambios en las reglas de explotación del Trasvase Tajo-Segura, a pesar de los recientes niveles positivos en la cabecera del río, resultado de las lluvias y decisiones previas.
El mandatario regional hizo hincapié en la urgencia de establecer niveles mínimos de caudal ecológico para el Tajo, una medida que, según él, debería ser una prioridad, dado que actualmente es el único río en Europa que carece de esta regulación esencial. Cita sentencias del Tribunal Supremo y un acuerdo ya firmado como fundamentos de su argumento, afirmando que la situación es insostenible y que se debe actuar con celeridad.
En su intervención, García-Page también abogó por potenciar la política de desalación, señalando que España solo utiliza un escaso doce por ciento de la capacidad de desalación disponible en momentos críticos. En un contexto marcado por el cambio climático, destacó la necesidad de maximizar esta inversión, hecha con el fin de asegurarse el acceso al agua en un futuro.
Además de los temas acuíferos, el presidente regional tiene la intención de plantear la discusión en torno a las infraestructuras estratégicas en Castilla-La Mancha, que dependen en gran medida del presupuesto y del techo de gasto. García-Page también expresó su deseo de hablar sobre cuestiones relacionadas con la financiación, aunque subrayó que su enfoque principal será escuchar las propuestas y preocupaciones del presidente Sánchez.
El encuentro promete ser un espacio donde se tratarán tanto las inquietudes del Gobierno regional como las demandas de la ciudadanía, un enfoque que el jefe del Ejecutivo regional considera fundamental en su labor política. En palabras de García-Page, mantiene la «mala costumbre» de decir lo mismo en privado que en público, comprometiéndose a llevar al despacho del presidente las inquietudes que escucha en la calle.