Fin de una era conservadora en Japón: el gobierno pierde el control parlamentario tras una década y media

En un vuelco político sin precedentes en Japón, la coalición gobernante liderada por el Partido Liberal Democrático (PLD) y su socio, el partido budista ultraconservador Komeito, ha experimentado una derrota humillante en las urnas, perdiendo su mayoría parlamentaria. Los resultados oficiales de los recientes comicios generales revelan que juntos, estos partidos han conseguido solamente 215 escaños, quedándose cortos frente a los 233 necesarios para tener mayoría en la Cámara Baja de la Dieta japonesa. Este resultado supone un importante revés para el primer ministro Shigeru Ishiba, cuya administración se ha visto empañada por niveles de desaprobación récord debido a un creciente descontento público.

El PLD, que ha sido la fuerza dominante en la política japonesa durante décadas, obtuvo solo 191 escaños, una significativa disminución desde los 256 asientos que tenía anteriormente, mientras que Komeito consiguió 24 escaños, 8 menos que en las últimas elecciones. Estas cifras son un claro indicativo del descontento popular hacia la gestión del gobierno y su incapacidad para manejar diversos escándalos, incluyendo acusaciones de financiación irregular que llevaron a la dimisión del anterior primer ministro, Fumio Kishida, apenas un mes antes de la elección.

El principal partido de la oposición, el Partido Democrático Constitucional (PDC) de Yoshihiko Noda, sorprendentemente logró capitalizar el descontento popular contra Ishiba y el PLD, aumentando su representación en el Parlamento de 98 a 148 escaños. Noda fue particularmente crítico con Ishiba durante la campaña, acusándolo de utilizar las elecciones para distraer al público de los escándalos que han afectado al partido.

A pesar de las encuestas previas a las elecciones, que pronosticaban un resultado desfavorable para la izquierda, el PDC logró superar las expectativas; un testimonio de la creciente frustración de los votantes hacia el estatus quo. Este resultado no solo refleja un deseable cambio en la política japonesa por parte de una sección significativa del electorado, sino que también plantea serios desafíos para Ishiba en su búsqueda por formar un nuevo gobierno.

Ishiba, enfrentado a la pérdida de la mayoría, no ha descartado la posibilidad de buscar aliados fuera de la coalición tradicional para mantenerse en el poder. Sin embargo, esta estrategia se antoja complicada ya que otros partidos potenciales, como el Partido de la Innovación y el Partido Democrático Popular, ya han expresado su renuencia a formar alianzas con el PLD en su estado actual.

La devastadora derrota en las urnas ha sido descrita por Ishiba como un «juicio severo» del público. El mensaje era claro: los votantes están insatisfechos con la falta de integridad y transparencia en el gobierno. A pesar de la promesa de «respetar las reglas» y promover la honestidad, el PLD ha fallado en recuperar la confianza de los ciudadanos, sumiéndose en una crisis de legitimidad que podría tener consecuencias duraderas para el futuro político de Japón. Este resultado electoral podría ser un momento decisivo, marcando el comienzo de un cambio significativo en el panorama político japonés.

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