Evaluación del ‘Posfascismo’ bajo el Mandato de Meloni: Un Análisis de Dos Años de Gestión y sus Impactos.

Italia ha demostrado una vez más su capacidad para anticiparse a los cambios políticos significativos que más tarde se observarían en otras partes del mundo. La ascensión al poder de figuras y partidos que rompen con el establishment político tradicional es un fenómeno global que Italia ha liderado en diversos frentes. Desde la era de Silvio Berlusconi, pasando por el Movimiento 5 Estrellas, hasta el reciente gobierno del Fratelli d’Italia (FdI), el país ha sido un laboratorio político de tendencias emergentes.

La victoria del FdI no se interpretó tanto como un olvido colectivo de las sombras del pasado ideológico del partido como una reacción contra las decepciones heredadas de administraciones anteriores. En este sentido, tanto en Italia como en Estados Unidos, se observa un patrón en el que la advertencia sobre el riesgo del fascismo no ha sido suficiente para desviar el electorado de figuras como Meloni o Trump, quienes han sabido proyectarse como protectores de la nación y administradores eficaces frente a la adversidad.

Los primeros dos años de gobierno de Giorgia Meloni han estado marcados, irónicamente, por una dependencia crucial de los fondos de recuperación europeos Next Generation, sin los cuales el panorama económico italiano hubiera sido drásticamente diferente. A pesar de las críticas y la retórica antieuropea de los partidos que componen su coalición, es innegable el impacto positivo que estos fondos han tenido en la economía italiana, particularmente en la recuperación post-pandémica y en la mitigación de la crisis económica global.

La economía italiana, con una proyección de crecimiento modesta para los años 2024 y 2025, supera a algunas de las mayores economías europeas pero aún se sitúa por debajo del promedio de la Unión Europea. La gestión del desempleo y la inflación refleja algunas mejoras tangibles en la vida de los italianos, aunque permanecen desafíos importantes en términos de deuda pública y el fin de algunas políticas de asistencia social como la renta de ciudadanía.

En el tema de la seguridad y la migración, las políticas adoptadas han generado controversia y división. La disminución de los desembarcos de inmigrantes ha venido acompañada de un aumento en el porcentaje de muertes, una consecuencia trágica que pone en cuestión la humanidad de estas medidas. Además, la externalización de la gestión de solicitudes de asilo a Albania y el reforzamiento de la ley contra los vientres de alquiler resaltan un enfoque conservador que se extiende hasta el corazón del gobierno de Meloni.

Por otra parte, el gobierno de Meloni ha intentado distanciarse de algunas de las posturas más extremas asociadas históricamente al fascismo y la extrema derecha, especialmente en lo que respecta al apoyo a Ucrania y la memoria del holocausto. Esto sugiere un intento de Meloni de moderar la imagen del partido y de su gobierno frente a la comunidad internacional y a sus propios ciudadanos.

Sin embargo, no todo ha sido un camino tranquilo para el ejecutivo italiano. Las políticas de privatización y los recortes a servicios públicos han generado descontento y protestas, señales de que la calma social podría no sostenerse indefinidamente.

La trayectoria política de Italia, bajo la dirección de Giorgia Meloni y el FdI, sopesa entre la controversia de sus raíces ideológicas y las realidades pragmáticas de gobierno. Con una economía en delicada recuperación y desafíos persistentes en el frente social y migratorio, el futuro político de Italia continúa siendo un escenario dinámico y de gran interés para observadores dentro y fuera del país.

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