Las focas europeas, desde las frías aguas del mar del Norte belga hasta las soleadas cuevas de Grecia, están de nuevo en peligro. A pesar de contar con una estricta protección legal bajo la Directiva sobre los hábitats de la UE, varias especies, incluidas la foca gris y la foca monje del Mediterráneo, enfrentan un aumento en las amenazas a su supervivencia. Mientras en lugares como Dinamarca e Irlanda las poblaciones se recuperan, en el Mediterráneo la situación es crítica, con solo alrededor de 1,000 focas monje restantes, muchas de las cuales están amenazadas por el turismo descontrolado y las prácticas pesqueras dañinas.
En varias regiones, el aumento de muertes de focas ya no es una simple estadística, sino una preocupación palpable. En 2023, Irlanda registró 430 focas muertas, a la vez que Bélgica reportó 72 decesos en 2024, un récord histórico. Las causas son variadas: desde redes de pesca hasta la contaminación marina, que está afectando gravemente la salud de estos mamíferos. Aunque existen iniciativas de conservación en marcha, el impacto del cambio climático y las perturbaciones humanas agravan la problemática, haciendo más urgente la necesidad de medidas efectivas.
En medio de este panorama, organizaciones como la griega MOm y el servicio nacional de conservación irlandés han tomado la delantera en la protección de estas especies, pero los recursos y el apoyo no son los suficientes. La falta de cumplimiento de las regulaciones y el turismo irresponsable siguen siendo desafíos significativos. Con la supervivencia de las focas pendiendo de un hilo, el tiempo para actuar es ahora; una falta de acción puede llevar a que esta emblemática especie europea desaparezca nuevamente.
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