Son discretas, no tienen personal y, sin embargo, están ganando terreno a un ritmo vertiginoso. Las estaciones de servicio desatendidas —también conocidas como automáticas, sin personal o incluso “gasolineras fantasma”— se están convirtiendo en una opción cada vez más habitual para millones de conductores en España. Más baratas, eficientes y disponibles a cualquier hora, estas instalaciones ya suponen el 15,2% de la red de estaciones en la Península, según los últimos datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).
Lejos de ser una rareza, estas gasolineras sin empleados se han multiplicado especialmente desde el año 2020, impulsadas por la digitalización, el ahorro de costes y un contexto económico que exige eficiencia. Solo en abril de 2025, el precio del gasóleo A en estas estaciones fue un 6,2% más bajo que la media nacional en Península y Baleares.
No tan solas como parece
Aunque el término “desatendidas” puede sugerir abandono o precariedad, lo cierto es que estas estaciones están perfectamente operativas y cumplen con todos los requisitos de seguridad y calidad. Su funcionamiento se basa en la automatización total: el usuario realiza todo el proceso de repostaje y pago sin interacción humana. Algunas estaciones alternan esta modalidad con horarios parcialmente atendidos, pero muchas —como las de Ballenoil— funcionan sin personal el 100% del tiempo.
La CNMC considera como desatendida cualquier estación que opera al menos un 25% de su horario sin personal físico. Este modelo se extiende rápidamente por todo el territorio, aunque con diferencias provinciales. En lugares como Soria, Burgos o Cuenca, ya superan el 20% del total de estaciones. En cambio, en provincias como Ourense, Bizkaia o León, su presencia es aún residual.

Menores precios, pero ¿a qué coste?
La clave de su competitividad está en los costes operativos reducidos. Al prescindir de personal, las estaciones desatendidas ahorran en salarios y servicios complementarios (tiendas, lavado, cafetería), lo que les permite trasladar ese ahorro al cliente en forma de precios más bajos.
La CNMC constata que, desde 2014, la diferencia de precios entre las estaciones tradicionales y las desatendidas se ha ampliado progresivamente, especialmente a partir de 2020. Y lo más relevante: la calidad del combustible y la seguridad no se ven comprometidas.
En este escenario, las marcas independientes dominan el mercado desatendido, representando el 63,8% del total. La cadena Ballenoil, recientemente adquirida por Moeve-Cepsa, representa casi el 17% y lidera en volumen con 312 estaciones activas.
El consumidor manda
Para muchos conductores, la ecuación es clara: si el precio es mejor y el servicio es autosuficiente, no hay razones para pagar más. Aunque no ofrecen café, lavado ni promociones, estas estaciones han encontrado su nicho: usuarios informados, autónomos y con prisa.
“Se parecen a ese amigo silencioso que está siempre ahí, incluso de madrugada, pero nunca te invita a nada”, ironiza la CNMC en su análisis. Y sin embargo, son cada vez más populares.
Un contexto favorable: precios a la baja
El auge de las desatendidas coincide con una segunda bajada mensual consecutiva de los carburantes. En abril de 2025, el precio medio de la gasolina 95 en Península y Baleares cayó un 2,2%, situándose en 1,498 €/litro, mientras que el gasóleo A bajó un 3,3%, hasta 1,415 €/litro. La tendencia bajista responde en parte a la relajación del mercado internacional, afectado por la política arancelaria de EE. UU. y la estrategia de producción de la OPEP+.
Pese a esta caída en el precio de los carburantes, los márgenes brutos de las distribuidoras han aumentado, situándose en 30,6 c€/litro para la gasolina 95 y en 31,9 c€/litro para el gasóleo A, un fenómeno que evidencia la complejidad del mercado y la necesidad de alternativas como las estaciones desatendidas.
¿Hacia un nuevo modelo?
La transformación del mapa gasolinero español no ha hecho más que empezar. Las estaciones desatendidas están consolidando su lugar como una alternativa real, económica y operativa, sin comprometer la calidad. El reto ahora es garantizar su accesibilidad y su compatibilidad con los derechos de los consumidores, especialmente los más vulnerables o los que requieren asistencia.
En paralelo, la evolución tecnológica y el avance del coche eléctrico dibujan un futuro donde el modelo de autoservicio podría convertirse en norma, no en excepción.
Mientras tanto, estas estaciones —lejos del ruido y de la atención mediática— siguen haciendo lo que mejor saben: abaratar el repostaje, sin complicaciones. Y con cada nuevo surtidor que se abre, su papel en la transición energética y de consumo se vuelve más relevante.
vía: blog.cnmc.es