En un esfuerzo cada vez más notable por lidiar con las consecuencias del turismo masivo, ciudades turísticas a nivel global están adoptando medidas para preservar sus enclaves históricos y culturales. Mientras Mallorca atestigua iniciativas poco convencionales como el colapso de una de sus playas como forma de protesta, Málaga propone restricciones a los alquileres turísticos en pos de un turismo más sostenible. Estas iniciativas emergen en un contexto donde el turismo, pese a sus beneficios económicos, plantea serios desafíos en materia de conservación patrimonial y calidad de vida urbana.
Venecia, no ajena a estas tensiones, ha dado un nuevo paso imponiendo un impuesto de 5 euros a los turistas de un solo día. Este impuesto, que difiere de la tasa turística ya existente para quienes pernoctan en la ciudad, entra en vigor esta primavera con la esperanza de disuadir a los visitantes de jornada completa. Se espera que esta medida ayude a gestionar de mejor manera la masiva afluencia turística en ciertas épocas del año y contribuya a la preservación de Venecia, patrimonio mundial reconocido en riesgo por la Unesco, especialmente por la erosión de sus edificios emblemáticos.
La nueva tarifa implementada en Venecia requiere que los visitantes se registren de antemano en una plataforma en línea y abonen la tasa para recibir un código QR, requerido al ingresar al centro histórico. Este sistema se ha probado en fechas de alta ocupación, aplicándose durante periodos específicos identificados por la administración local. Esta iniciativa, lejos de buscar un fin recaudatorio, pretende ser principalmente disuasoria, intención respaldada por la administración local. Bajo esta tasa, ciertos grupos estarán exentos, incluyendo a los residentes del Véneto y a aquellos que ingresen a la ciudad por motivos de trabajo o estudio, quienes deberán igualmente registrarse para obtener su código QR gratuito pero sin costo.
Este impuesto y las medidas adoptadas por otras ciudades como Mallorca y Málaga, resaltan el creciente esfuerzo por equilibrar los intereses económicos ligados al turismo con la preservación del patrimonio y la mejora de la calidad de vida local. Dichas acciones no están exentas de polémica, enfrentando críticas y desafíos en su implementación, pero subrayan una tendencia hacia la sostenibilidad y la responsabilidad turística que parece ganar fuerza en destinos afectados por el turismo de masas.