Luis Pereira, un joven de 26 años originario de A Coruña, llegó a los Países Bajos buscando mejores oportunidades laborales. Después de unos meses en su primer trabajo, decidió cambiarse a otra agencia por un salario ligeramente más alto en el movimiento de carga en un aeropuerto. Sin embargo, pronto se dio cuenta de las dificultades ocultas tras esta promesa: su registro municipal fue bloqueado, se retrasaron los trámites necesarios y le ocultaron información crucial sobre sus derechos como trabajador. Vivía en una residencia pequeña y compartida, y su situación se complicó aún más cuando la agencia paralizó su empadronamiento y cerró su contrato justo antes de cumplir el plazo que lo habría permitido acceder a derechos básicos.
Luis no está solo en esta experiencia. Muchos migrantes llegan a los Países Bajos atraídos por promesas de sueldos dignos, pero acaban atrapados en una red de explotación. Su contrato laboral y de alquiler se firmó como un único documento, lo que lo dejó bajo el control de la agencia, que puede restringir su acceso a vivienda y empleo. Valentín Fuentes, otro trabajador en condiciones similares, describe su alojamiento como un «hostal destartalado» y señala que la agencia controla incluso su acceso a servicios médicos, tapando el acceso a sus derechos. Esta cadena de abusos se convierte en una precariedad insostenible, donde las quejas son sinónimo de perderlo todo.
La precariedad laboral se materializa en un colectivo de aproximadamente 800,000 trabajadores migrantes en sectores como la logística y la construcción, según sindicatos neerlandeses. Sin acceso a derechos mínimos, muchos optan por no denunciar sus condiciones por miedo a represalias. La falta de control por parte de la Inspección de Trabajo agrava esta crisis, que ya ha resultado en un aumento notable del número de trabajadores migrantes sin hogar, que representan el 60% de la población en situación de calle. Luis y Valentín advierten que quien decida migrar debe estar preparado para enfrentar un sistema que otorga pocos derechos y que depende completamente de un intermediario, poniendo en riesgo su bienestar.
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