El país lidera Europa con 84 años de longevidad media, fruto de décadas de avances médicos, dieta mediterránea y un sistema sanitario que es la envidia del continente
Carmen tiene 87 años y cada mañana sale a pasear por el Retiro. Su bisabuela apenas llegó a los 40. «Murió en el parto de su octavo hijo, algo habitual entonces», recuerda mientras descansa en un banco al sol de octubre. La historia de Carmen es la historia de España: un país que en poco más de un siglo ha conseguido que sus ciudadanos vivan prácticamente el doble de tiempo.
En 1910, cuando la bisabuela de Carmen vino al mundo, un español nacía con una expectativa de apenas 42 años por delante. Hoy, esa cifra alcanza los 84 años, según los últimos datos de Eurostat. No es solo que vivamos más: es que España se ha convertido en el país más longevo de toda la Unión Europea, superando a gigantes históricos como Italia, Francia o Suecia.
El incremento de 42 años en poco más de un siglo representa una revolución silenciosa. Mientras el mundo debatía sobre política, guerras y revoluciones tecnológicas, los españoles conquistaban algo mucho más fundamental: tiempo. Décadas enteras de vida ganadas al destino, a la enfermedad, a la miseria.
De la gripe española al liderazgo europeo
El viaje no ha sido lineal. La España de principios del siglo XX era un país donde tener hijos significaba jugarse la vida. La mortalidad infantil era devastadora, las enfermedades infecciosas campaban a sus anchas y la palabra antibiótico aún no existía en ningún diccionario.
La pandemia de gripe de 1918 —irónicamente bautizada como «gripe española» pese a no originarse aquí— se llevó por delante a más de 260.000 españoles y provocó un retroceso de una década en la esperanza de vida. Dos décadas después, la Guerra Civil volvió a truncar el avance, especialmente entre los hombres.
Pero con la llegada de 1950, España comenzó una remontada histórica. Los 62 años de esperanza de vida de aquel año fueron solo el principio. La década de los sesenta trajo antibióticos para todos, vacunas masivas y una mejora radical en las condiciones higiénicas. En 1978, con la llegada de la democracia, España comenzó a construir su sistema sanitario universal. Los años ochenta consolidaron el Estado del bienestar. Y desde entonces, el país no ha dejado de escalar posiciones en el ranking mundial de longevidad.
«Lo extraordinario no es solo que vivamos más, sino que lo hacemos mejor que casi cualquier otro lugar del planeta», explica el doctor Miguel Ángel Royo, especialista en salud pública. «Hemos conseguido algo que muchos países con más PIB per cápita no han logrado: democratizar la longevidad».
Madrid, capital mundial de la longevidad
Si España es líder europeo, Madrid es la joya de la corona. Con 86,1 años de esperanza de vida, la capital española supera a todas las regiones del continente, incluidos los prósperos cantones suizos o las idílicas ciudades italianas. Las madrileñas, con 88,3 años de media, solo son superadas por las habitantes de las remotas islas finlandesas de Åland.
Navarra, con 85,8 años, y Castilla y León, con 85,5, completan el podio español. En total, diez comunidades autónomas españolas se cuelan entre las quince regiones más longevas de Europa. «Es un fenómeno único», reconoce Royo. «No hablamos de casos aislados, sino de un patrón nacional».
Las diferencias dentro del país son notables pero menos dramáticas que en otros lugares. Una mujer en Madrid puede vivir hasta 8,3 años más que un hombre en Andalucía, la comunidad con menor esperanza de vida. Aun así, Andalucía, con sus 81 años de media, supera holgadamente la esperanza de vida de países enteros como Polonia o Hungría.
El enigma de la longevidad española
¿Por qué vivimos tanto los españoles? La pregunta obsesiona a demógrafos y epidemiólogos de medio mundo. No hay una respuesta única, sino un cóctel de factores que, combinados, crean la receta perfecta para una vida larga.
El primero y más evidente es la dieta mediterránea. Mientras medio mundo sucumbía a la comida rápida y ultraprocesada, España mantuvo —al menos parcialmente— sus hábitos alimenticios tradicionales. Aceite de oliva, pescado, legumbres, frutas y verduras frescas. «No es casualidad que los países mediterráneos lideren en longevidad», apunta la nutricionista Elena Sanz. «La ciencia lleva décadas demostrando los beneficios de nuestra dieta tradicional, aunque lamentablemente las nuevas generaciones la están abandonando».
El segundo factor es el sistema sanitario. A diferencia de Estados Unidos, donde la esperanza de vida depende del grosor de tu cartera, en España cualquier ciudadano tiene acceso a atención médica de calidad. «El sistema nacional de salud es uno de los mejores del mundo», afirma categórico Royo. «No solo por su calidad técnica, sino por su cobertura universal. Aquí nadie muere por no poder pagar un tratamiento».
Pero hay algo más, algo menos tangible y quizá más español: la vida social y familiar. En España, solo el 23% de los mayores de 65 años viven solos, frente al 32% de media europea. Los abuelos comen con sus hijos, cuidan de sus nietos, salen a tomar el vermut con los amigos. «La soledad mata», resume la gerontóloga Patricia Vega. «Y en España, gracias a nuestra cultura, los ancianos están menos solos que en casi cualquier otro lugar de Europa».
El clima también ayuda. Las temperaturas templadas permiten actividad física durante todo el año, más exposición al sol —y por tanto más vitamina D— y una vida social más volcada hacia el exterior. Incluso factores aparentemente menores, como la siesta o los horarios de comida, podrían tener su papel en esta ecuación de la longevidad.
Ellas viven más, pero la brecha se estrecha
María Jesús tiene 89 años y cada jueves juega a las cartas con sus amigas. Su marido murió hace siete años, a los 82. «Es lo normal», dice con naturalidad. «Las mujeres siempre hemos sobrevivido a nuestros maridos». Tiene razón: las mujeres españolas viven de media 86,3 años, mientras que los hombres se quedan en 81,1. Una diferencia de 5,2 años que, sin embargo, se está estrechando.
En los años noventa, las mujeres vivían 7,3 años más que los hombres. La brecha ha caído en dos años. ¿La razón? Los hombres han abandonado algunos de sus hábitos más letales. El tabaquismo, que durante décadas fue territorio casi exclusivamente masculino, ha caído en picado gracias a las sucesivas leyes antitabaco. Las profesiones de riesgo —minería, construcción, pesca— son ahora más seguras o emplean a menos gente. Y los hombres, poco a poco, han empezado a cuidarse más.
«Antes, un hombre que iba al médico era visto como un blando», recuerda Royo. «Eso ha cambiado. Ahora los hombres se hacen revisiones, controlan su tensión, se preocupan por su salud. Y eso se nota en las cifras».
Pero las mujeres siguen llevando ventaja, y no solo por razones culturales. La biología juega a su favor: el doble cromosoma X les proporciona una especie de «copia de seguridad» genética, y los estrógenos protegen su sistema cardiovascular durante décadas. Cuando la menopausia llega y esa protección desaparece, las mujeres siguen teniendo ventaja acumulada.
La pandemia que frenó el reloj
Y entonces llegó el COVID-19. En 2020, por primera vez en décadas, la esperanza de vida en España cayó en picado: de 83,5 años a 82,3. Un retroceso de año y medio que borró de un plumazo avances conseguidos durante una década.
«Fue demoledor», recuerda el doctor Royo, que trabajó en primera línea durante la pandemia. «Ver morir a tanta gente mayor, personas que habían sobrevivido a la Guerra Civil, al franquismo, a todo… y caer ante un virus. Fue como ver retroceder la historia».
Pero España, una vez más, demostró su resiliencia. En 2021 la esperanza de vida subió a 82,7 años. En 2022, a 83,1. Y en 2023, no solo recuperó los niveles pre-pandemia, sino que los superó: 84 años. Tres años para borrar las cicatrices de la peor crisis sanitaria del siglo. No todos los países europeos pueden decir lo mismo.
Vivir más, vivir mejor
Pero ¿de qué sirve vivir más años si son años de enfermedad y dependencia? Es la pregunta del millón, y España tiene una respuesta esperanzadora: el 95,5% de nuestra esperanza de vida transcurre sin limitaciones graves. Son casi 80 años de vida saludable sobre 84 totales. Pocos países pueden presumir de cifras similares.
Antonio tiene 78 años y todos los días recorre diez kilómetros en bicicleta. «Mi padre murió a los 65, fumando en la cama del hospital», cuenta. «Yo he visto a mis nietos hacerse mayores, me he jubilado, he viajado. He vivido dos vidas en una».
Su historia no es excepcional. Cada vez más españoles llegan a los 80 años en condiciones envidiables. Juegan al pádel, viajan, cuidan de sus nietos, van a conciertos. La vejez ya no es lo que era.
«El objetivo nunca fue solo añadir años a la vida, sino vida a los años», reflexiona la gerontóloga Vega. «Y en eso, España lo está haciendo francamente bien».
El futuro: ¿llegaremos a los 90?
Las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística son optimistas. Para 2035, la esperanza de vida en España podría alcanzar los 85 años. Para 2050, los 86,4. Y para 2073 —dentro de menos de medio siglo— podríamos tocar los 88 años de media, con las mujeres rozando los 90.
Son cifras que hace un siglo habrían parecido ciencia ficción. Cuando la bisabuela de Carmen nació en 1910, llegar a los 50 era un logro. Ahora, a los 50 años te quedan, de media, otros 34 por delante. Casi otra vida entera.
Pero estos avances traen también desafíos. Un país donde cada vez más gente supera los 80 años necesita más residencias, más cuidadores, más pensiones, más recursos sanitarios. El sistema que construimos para una España de 40 años de esperanza de vida cruje cuando nos acercamos a los 90.
«No podemos contentarnos con vivir más», advierte Royo. «Tenemos que prepararnos como sociedad para ello. Necesitamos repensar la jubilación, la atención a la dependencia, el papel de los mayores en la sociedad. Porque el envejecimiento no es un problema, es un éxito. Pero requiere adaptación».
Una conquista colectiva
Cuando Carmen termina su paseo matutino por el Retiro, pasa junto al monumento a Alfonso XII sin pensar que, en tiempos de ese rey, ella ya habría muerto hace casi medio siglo. No piensa en estadísticas ni en proyecciones demográficas. Solo piensa en la comida que preparará para sus nietos, que vienen esta tarde.
La historia de España en el último siglo no se escribe solo en libros de política o economía. Se escribe también en las arrugas de Carmen, en los nietos de Antonio, en cada año ganado al tiempo. Hemos pasado de 42 a 84 años no por un milagro, sino por décadas de esfuerzo colectivo: científicos que investigaron, médicos que sanaron, políticos que construyeron hospitales, familias que cuidaron de los suyos.
España es hoy el país más longevo de Europa no por casualidad, sino por conquista. Una conquista silenciosa, cotidiana, conseguida un día tras otro durante más de un siglo. Y mientras otros indicadores económicos suben y bajan, este permanece: somos un país donde se vive más, y mejor, que casi en ningún otro lugar del planeta.
La próxima vez que alguien pregunte qué hemos conseguido como país en los últimos cien años, la respuesta es simple: hemos regalado a cada español 42 años más de vida. Cuatro décadas de abrazos, de risas, de atardeceres. No está mal para un siglo de trabajo.
Datos principales
- Esperanza de vida actual en España: 84 años (la más alta de la UE)
- Esperanza de vida en 1910: 41,73 años
- Aumento total: 42,27 años (más del doble)
- Hombres: 81,1 años | Mujeres: 86,3 años
- Madrid lidera con 86,1 años de esperanza de vida
- 95,5% de la vida transcurre sin limitaciones graves
- Proyección para 2073: 88 años de esperanza de vida media
Fuentes: Instituto Nacional de Estadística (INE), Eurostat, Ministerio de Sanidad, Fundación BBVA, Funcas








