La noche de ayer, la tensión en el este de Europa alcanzó un nuevo nivel. Rusia llevó a cabo un ataque masivo contra Ucrania, disparando alrededor de 11 misiles y 539 drones, que incluyeron dispositivos no tripulados de ataque Shahed y sus variantes. La ofensiva comenzó justo después de que Donald Trump telefoneara a Vladímr Putin, un hecho que dejó al presidente estadounidense “descontento”, pues la llamada no condujo a avances en la búsqueda de una solución negociada para el conflicto.
El cielo sobre Kiev se convirtió en un escenario de caos, donde las defensas aéreas de Ucrania lograron interceptar 478 de las amenazas, evitando que millones de ciudadanos sufrieran las consecuencias de tal ataque. Sin embargo, no todas las medidas de protección fueron efectivas; se reportó que nueve misiles y 63 drones lograron sus objetivos, un número que superó las estadísticas habituales en esta guerra desgastante.
Entre las municiones lanzadas había un misil hipersónico Kinzhal, además de seis balísticos Iskander-M y su equivalente norcoreano, el KN-23. La Fuerza Aérea ucraniana, consciente de la gravedad de la situación, tuvo que desplegar sus recursos al máximo en defensa de la capital.
Los ecos de las explosiones resonaron, aterradores, en la noche de Kiev. Más de veinte personas resultaron heridas, según comunicó el alcalde Vitali Klichkó, quien también anunció daños materiales significativos en varios distritos de la ciudad. La población se aferra a la esperanza en medio del estruendo y la desesperación.
Este ataque llega en un contexto en el que Estados Unidos decidió suspender el envío de misiles de defensa aérea Patriot a Ucrania, alegando la necesidad de revisar sus propias reservas. La decisión ha generado preocupación en un país que enfrenta constantemente el embate de las fuerzas rusas.
En medio del conflicto, la comunidad internacional observa con inquietud, mientras las perspectivas de paz parecen desvanecerse más cada día. Ucrania resiste, pero el costo humano de esta guerra continúa creciendo, afectando a una población ya devastada que anhela el retorno a la normalidad.