Los líderes de América Latina y el Caribe se preparan para la cumbre en Santa Marta, Colombia, después de un compromiso firmado en Bruselas en julio de 2023 para fortalecer el diálogo político. Sin embargo, la reunión se siente huérfana desde su concepción: apenas una docena de los 27 líderes de la Unión Europea asistirán, mientras que la representación latinoamericana no es mucho más alentadora. Este desinterés ha llevado a muchos a preguntarse por las razones detrás de la baja participación.
Informes recientes indican que la administración de Estados Unidos ha influido en que varios líderes se abstengan de participar, especialmente tras las recientes sanciones contra Gustavo Petro, el presidente colombiano. Cancelaciones notables, incluyendo a Ursula von der Leyen y Friedrich Merz, han sido atribuidas a presiones estadounidenses, aunque los representantes europeos desmienten tal injerencia. La situación se complica aún más por la polarización que genera Petro, lo que ha llevado a que algunos presidentes latinoamericanos eviten el evento.
A medida que las cancelaciones se multiplican, la falta de un agenda clara y la coincidencia de otros compromisos, como la cumbre del clima en Brasil y el G20 en Sudáfrica, agravan la ya precaria situación. La asistencia del presidente brasileño Lula da Silva ofrece un rayo de esperanza, pero su viaje viene con un mensaje político fuerte que puede añadir tensión a la cumbre, que se convierte en un símbolo de los desafíos que enfrenta la UE en su intento de estrechar lazos con América Latina en un contexto geopolítico cada vez más complejo.
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