La decisión de Adriana sacude los cimientos de Valle Salvaje
Adriana se ha aguantado mucho en Valle Salvaje, pero lo que observa en este capítulo es la gota que desborda el vaso. La visión de Rafael y Úrsula juntos, en lo que parece un momento de intimidad, le hace de detonador. No son solo celos; es la certeza de que su mundo en Valle Salvaje se ha vuelto imposible; la contundencia con la que se presenta ante Julio no deja en suspenso la situación: quiere irse y lo quiere hacer lo antes posible.
Julio, a pesar de las sorpresas, no es ajeno a la situación que subyace; él sabe que el acercamiento de Rafael con Úrsula es la explosión, pero ya intuye que hay más: ¿será el miedo a quedarse sin nada? ¿O el hecho de que reconoce que no podrá competir con Úrsula en el corazón de Rafael? Lo cierto es que su marcha no será callada, ya que, al comunicar su decisión a José Luis y Victoria, podrá formar una reacción en cadena, porque para Victoria es la situación ideal: con Julio y Adriana fuera del camino, Rosa queda libre hacia Rafael.
Pero, para Valle Salvaje, nada de eso será tan sencillo y simple. ¿Será verdad que Adriana se irá sin haber luchado lo más mínimo? O bien su huida es el primer movimiento para un contraataque. Las miradas furtivas, esos silencios cargosos, el último y único vistazo que lanza a Rafael antes de cerrar la puerta indica que su huida no será definitiva. Hay algo en ese gesto suyo de rendirse rápidamente que huele a estrategia.
Y, mientras que la familia va asimilando la noticia de la marcha de Adriana, Úrsula esconde un pequeño disfrute que confunde con la posibilidad de una victoria, sin apreciar que, justamente, Adriana podría estar tejiendo desde antes una venganza a partir de la distancia. La misma carta que no solo muestra la desesperación de Adriana, sino que también introduce un vuelco inesperado.