En recientes declaraciones, el Ministerio de Defensa de Rusia ha emitido un comunicado este martes revelando una sucesión de ataques ejecutados por las Fuerzas Armadas de Ucrania sobre la región de Kursk, una zona crítica situada en el extremo occidental de Rusia. Esta ofensiva ucraniana, que ha estado activa desde el pasado mes de agosto, se intensificó el pasado sábado con el lanzamiento de cinco misiles tácticos ATACMS de fabricación estadounidense, de los cuales, según informes rusos, tres fueron interceptados, mientras que los dos restantes consiguieron alcanzar sus objetivos.
El gobierno ruso ha confirmado, mediante su canal oficial de Telegram, que estos ataques no solo resultaron en daños materiales significativos sino que también produjeron «bajas entre el personal». En un incidente adicional reportado, las fuerzas ucranianas dirigieron un ataque contra el aeródromo de Kursk usando ocho misiles ATACMS, de los cuales solo uno logró impactar su objetivo. Sin embargo, los escombros resultantes de los misiles derribados provocaron heridas leves a al menos dos militares rusos.
Este reciente ataque se suma a una serie de ofensivas que utilizaron armamento de largo alcance de producción occidental, incluyendo no solo los ATACMS estadounidenses sino también misiles Storm Shadow de origen británico. Frente a esta escalada, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha reafirmado la nueva doctrina nuclear del país, apuntando hacia un recrudecimiento de las tensiones que, según sus palabras, elevan el actual conflicto en Ucrania a una dimensión de «conflicto global».
En respuesta a estos eventos, Rusia ha indicado que está evaluando el impacto y preparando medidas de respuesta adecuadas frente a lo que consideran agresiones militares directas. El análisis de los sitios atacados por parte de las autoridades rusas ha confirmado el uso de misiles tácticos operativos de origen estadounidense, escalando así las implicaciones internacionales del conflicto.
Estos ataques representan un punto de inflexión en la ya tensa relación entre Rusia y las potencias occidentales, evidenciando un creciente apoyo militar de occidente a Ucrania. Mientras el mundo observa, la región de Kursk se convierte en nuevo epicentro de un conflicto que, día tras día, parece diluir las esperanzas de una pronta resolución pacífica.