Elon Musk: Entre la Genialidad y la Polémica, es Hora de Hablar Claro

En uno de los gestos políticos más polémicos de los últimos años, el pasado 21 de enero, en la toma de posesión de Donald Trump como presidente de EEUU, Elon Musk hizo el saludo nazi mientras se dirigía al respetable. Pero lo increíble no es esto. Lo verdaderamente fascinante es que ese brazo en alto, que para cualquier otro hubiera sido un culmen poco edificante de una carrera política, es casi lo más normal que ha hecho Musk desde que fichó por Trump para purgar la Administración.

Como su cargo oficial —jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE)— sonaba a demasiada burocracia para un hombre de acción —recuerden: cuando Trump fichó a Musk, algunos interpretaron que el puesto era poca cosa, fuera de la primera línea del Ejecutivo, como si el presidente quisiera tener cerca al fundador de Tesla, pero tampoco demasiado— Musk se encargó rápidamente de autonombrarse para un rol de mayor visibilidad, el de agitador en jefe del agitador en jefe, hasta al punto de eclipsar al mismísimo Trump como agente del caos.

Ahora que todo es distopía y exageración, que la política mundial se ha convertido en un festival del quién la dice más gorda, que lo mismo se amenaza con invadir Groenlandia que con construir un Mar-a-Lago 2 en Gaza, es tarea compleja (pero necesaria) saber cuándo alguien se pasa de frenada, pues hasta el trumpismo tiene sus límites, y Elon Musk parece dispuesto a saltárselos todos.

¿Se acabará quedando Musk solo/fuera del proyecto político por exceso de ardor? Quizá no ocurra pronto, pues los 260 millones de dólares que Musk metió a la campaña de Trump están ahí, pero en política el crédito es ilimitado hasta que deja de serlo. Cronología del descenso de Musk a Desbarralandia.

Rueda de prensa conjunta de Elon Musk y Donald Trump, en el despacho oval, para presentar las nuevas medidas del Gobierno. Las novedades no vinieron tanto de la parte política —el totum revolutum macarra habitual en la casa— como del atrezzo: un hijo pequeño de Musk, de cuatro años, correteaba por ahí, de la mullida alfombra presidencial a los hombros de su padre, con todo tipo de interrupciones espontáneas. Durante el acto, Trump calificó al hijo de Musk de «individuo con un alto coeficiente intelectual», cuyo nombre es X AE A-XII (ustedes pensarán que acabo de aporrear el teclado borracho al azar, pero no, el hijo de Musk se llama así).

¿Por qué convertir los anuncios de la Administración en una rave infantil? «Para Trump, cuanto más caos, cuanto más se inunde la zona de distracciones, menos puede centrarse la gente en las medidas. El caos le funciona», aseguró a la BBC el consultor de comunicación Jon Harber. Algunos internautas críticos, por contra, aprovecharon el caos infantil para hurgar en las contradicciones del trumpismo: oleada de vídeos de coña en los que el hijo de Musk le pide a Trump que mueva el culo del despacho (oval) de su padre. Chiste que esconde un conflicto que estallará tarde o temprano. ¿Hay sitio para dos egos tan adictos a la atención y a las lisonjas en la punta de la pirámide?

La valoración del Musk político se ha desplomado las últimas semanas, según las encuestas.

A la que no le gustó nada la fiesta infantil de Musk fue a su ex pareja, la cantante canadiense Grimes, que se quejó en redes de que usara a su hijo en común para sus numeritos políticos (tampoco debía ser mucho más sobria la cosa cuando Musk y Grimes estaban con la criatura en casa: Imaginen gritar cada mañana: «X AE A-XII, ¡a desayunar!». Complejo asunto pedagógico).

Poco antes, la revista Rolling Stone publicó que el Gobierno Trump iba a gastar 400 millones de dólares en vehículos Tesla —modelo Cybertruck— para uso estatal (ya saben: hay que recortar los gastos federales, salvo alguna cosa). Preguntado en el despacho oval por las incompatibilidades de su nuevo cargo, como dueño de varias empresas con negocios con el gobierno, Musk, en un ejercicio inolvidable de desfachatez, dijo que no había incompatibilidad alguna, pues una cosa era él y otra sus negocios, afirmación de alto impacto social, pues si el Musk ciudadano nunca va a ser responsable de lo que haga el Musk empresario, por extensión, nadie sería nunca responsable de sus actos, una cosa seríamos nosotros y otra diferente nuestros crímenes, en cuyo caso: ¿por qué no liberar a todos los presos del mundo y volar las prisiones? En esa simpática laxitud moral —aquí vale todo— se mueven los nuevos reyes del cotarro.

Ashley St. Clair, influencer conservadora, anuncia que ha tenido un hijo de Elon Musk. Aunque el magnate no confirmó la noticia, ese mismo día, respondió al mensaje de un fan en X que le felicitaba por haber tenido «otro hijo» con un emoji campechano de risa y lloros.

Era el hijo número 13 de Musk (que se sepa); seis con la autora canadiense Justine Wilson; tres con Grimes, tres más con Shivon Zillis, directora de operaciones de Neuralink, empresa de neurotecnología fundada por él, y un último con St. Clair. Muchos hijos de Musk nacieron por fecundación in vitro o vientres de alquiler.

Arranca la Conferencia Política de Acción Conservadora en Washington, con la presencia de lo más granado de la derecha ultra mundial, de Javier Milei a Santiago Abascal. Gran sucesión de eventos histriónicos, como el saludo nazi de Steve Bannon, que escandalizó al presidente del Frente Nacional francés, Jordan Bardella, que suspendió su intervención (en un ácido comentario posterior sobre el evento, FAES, organización poco sospechosa de simpatías marxistas, dijo: «Si estás en un sitio donde llaman al partido de Le Pen ultraderechita cobarde, preocúpate: ya solo podrás competir con Gengis Kan»).

Pese a todo este trasiego entre putinista y hitleriano, Musk consiguió llevarse parte de la atención en redes. Primero, en una charla con público en la que se le vio volado y con dificultad para acabar las frases (ningún problema: el magnate admite abiertamente que consume marihuana y ketamina de vez en cuando para, ejem, centrarse). Segundo, cuando el presidente Milei le entregó una motosierra como símbolo de la purga, ambos se pusieron a gritar «¡motosierras!», visiblemente alterados, escena digna de una película sobre una fraternidad universitaria con falta de riego.

En cualquier caso, Musk no necesita que ni Milei ni nadie le dé cuerda, pronto iba a protagonizar uno de los intentos de purga funcionarial más fallidos que se recuerden…

Grimes crítica a Musk por abandonar a uno de sus hijos en común, víctima de una enfermedad. Mensajes desgarradores de la cantante en X:

«Por favor, responde a la crisis médica de nuestro hijo. Lamento hacer esto público, pero no puede ser que esta situación se siga alargando. Esto requiere atención inmediata».

«Si no quieres hablar conmigo, por favor, designa o contrata a alguien que lo haga. Esto hay que resolverlo. Es urgente, Elon».

«No voy a dar ningún detalle, pero [Elon] no responde a los mensajes de texto, ni a las llamadas, ni a los correos electrónicos y se ha saltado todas las reuniones. Nuestro hijo sufrirá una discapacidad de por vida si no responde lo antes posible», escribió Grimes poniendo en copia a su ex pareja.

Para rematar el sainete familiar, Grimes acusó a X de enterrar sus mensajes por orden de Musk, lo que a nadie sonó extraño, convirtiendo todo en un «circo mediático a expensas de los niños».

Musk llama «retrasado» al astronauta danés Andreas Mogensen. Contexto: tras criticar Musk a Joe Biden por, según él, «dejar tirados» a los astronautas de la estación espacial internacional, que Trump y Musk tendrían que rescatar ahora, Mogensen acusó al magnate de faltar a la verdad: «¡Qué mentira! Y de alguien que se queja de la falta de honestidad de los grandes medios de comunicación». El mensaje de Mogensen no gustó a Musk, que le calificó de «idiota» y de ser «completamente retrasado». Mogensen tiró entonces de flema escandinava: «Elon, te admiro desde hace mucho tiempo por lo que has logrado, especialmente en SpaceX y Tesla. Sabes tan bien como yo que Butch y Suni regresarán con la tripulación 9, como ha sido el plan desde septiembre pasado. No estás enviando una nave de rescate para traerlos a casa. Regresarán en la cápsula Dragon que ha estado en la Estación Espacial Internacional desde septiembre pasado».

El episodio recuerda un poco a cuando Musk acusó de «pedófilo» al buzo británico que rescató a los niños atrapados en una cueva tailandesa. ¿El delito del buzo? No rescatar a los niños siguiendo el plan sugerido por Musk.

Era sabido qué Musk tiene la mecha corta con cualquiera que le lleve la contraria, aunque sean héroes nacionales, pero su comportamiento errático parece haber escalado desde que alcanzó la cima del poder político. No es que tenga mal de altura, es que está totalmente en órbita, lo que no pierde nunca de vista, eso sí, son los negocios: tras llamar retrasado a Mogensen, pidió la destrucción de la Estación Espacial Internacional, a la que, sin duda, le gustaría sustituir por otro cacharro fabricado por él.

Ashley St. Clair demanda a Musk. Pide una prueba de paternidad y la custodia exclusiva de su hijo al que, según ella, Musk no estaría haciendo casito (desde su nacimiento, cinco meses atrás, Musk habría visitado al niño tres veces por un total de tres horas y media).

«Todo apunta a que Musk ha activado entre el público la alerta ‘bicho raro’”

La demanda incluye una serie de mensajes chocantes entre la influencer y el magnate. Tras nacer su hijo, Musk le dijo a St. Clair: «Quiero dejarte embarazada de nuevo». O: «Tenemos una legión de hijos que criar». También mostró una creciente paranoia securitaria. En sus propias palabras, Musk era «el número dos» tras Trump en la lista de hipotéticos magnicidios. «Despierta. Este no es el momento de mostrarse sentimental a expensas de la seguridad. Si cometo un error en materia de seguridad, [nuestro hijo] nunca conocerá a su padre2. «Sólo los paranoicos sobreviven».

¿Utilizaba Musk la seguridad como excusa para desentenderse de su hijo? ¿O tenía motivos para estar paranoico? Al fin y al cabo, Trump había sobrevivido a un atentado durante la campaña; al tiempo que tirotear a los CEO se había convertido en tendencia en EEUU gracias a Luigi Mangione. Los enemigos de Elon en redes sociales, sí parecen tomarse en serio sus temores: con no poca mala leche, aseguran que la nueva costumbre de Musk de aparecer en público rodeado de sus vástagos, no significa una mayor sensibilidad parental, sino justo lo contrario: utilizaría a sus hijos de «escudos humanos» para disuadir a los francotiradores.

Musk envía una carta a los funcionarios estadounidenses para que expliquen sus movimientos de los últimos días. Les da un plazo de 48 horas para responder (bajo amenaza de despido si ni lo hacen). «De acuerdo con las instrucciones del presidente Donald Trump, todos los empleados federales recibirán en breve un correo electrónico en el que se les pedirá que informen de lo que han hecho la semana pasada. La falta de respuesta se interpretará como una renuncia”, adelantó el magnate en su red social… con éxito relativo: varios departamentos y agencias federales pidieron a sus empleados ignorar el ultimátum de Musk, generando uno de los mayores caos internos de los dos mandatos de Donald Trump (que se dice pronto).

En efecto, el Departamento de Estado, la Agencia de Seguridad Nacional, la NASA, los jueces federales y los juzgados aconsejaron a sus empleados hacer como si no hubieran leído la misiva. ¿Sus motivos? Musk se estaría saltando la cadena de mando y generando incertidumbre jurídica. En otras palabras: Musk no era nadie para dar esa orden, como si el correo lo hubiera mandado Rufus Mindunder en lugar del fundador de Tesla y susurrador del presidente del antiguo mundo libre.

El ambiente en las agencias estadounidenses es ahora tan hostil hacia Musk que, según publicó la revista Wired, en el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano las teles emiten en bucle un vídeo con IA de Trump chupándole los pies a Musk.

No era la primera marejada de Musk al frente de DOGE, al que llegó prometiendo purgas polpotianas más fáciles de decir que de ejecutar: algunos de sus primeros despidos fueron revertidos, tras dejar funciones críticas de la Administración sin cubrir. Si Musk hubiera rodado El Silencio de los Corderos, Hannibal Lecter seguiría por ahí devorando gente, porque a la agente Clarice Starling la hubieran despedido en la primera escena.

Un artículo de Axios que recopila varias encuestas recientes, muestra que la valoración del Musk político se ha desplomado las últimas semanas, al tiempo que subía la oposición ciudadana a sus recortes estatales. Según una muestra de Ipsos para el Washington Post, el 34% estaba a favor del trabajo de Musk y el 49% en contra. Preguntados los votantes republicanos sobre sus recortes, el apoyo entre los suyos se quedaba en un modesto 56%. «Las encuestas muestran que los índices de desaprobación de Trump superan por primera vez a los de aprobación… aunque los de Musk sean todavía peores que los de Trump», concluyó Axios.

Marina Hyde, columnista estrella de The Guardian, escribe sobre Musk: «Como país que vivió la era Boris Johnson, nuestro deber es advertir a los estadounidenses que si una figura del gobierno no puede o no quiere responder a la pregunta básica de «¿cuántos hijos tienes?», probablemente acabe decepcionando a todo el mundo… Respecto a los vistazos cada vez más desagradables a su mundo privado [las trifulcas en X con sus ex], todo apunta a que Musk ha activado entre el público la alerta «bicho raro». Sin ánimo de precipitarnos, parece que al mundo le gusta menos Elon cuanto más lo conoce».

Resumiendo: Elon no sería la primera persona de éxito que se pasa a la política y ve menguar su popularidad. Algunos de los que antes te reían las gracias, cuando empiezas a tocarles los bolsillos o las narices, pueden cogerte una manía terrible, con el acicate de que el encanto personal, que siempre juega a favor en la política, nunca fue el fuerte de Musk, cuyos niveles de empatía son solo ligeramente superiores a los de una ameba.

Trump comparte un vídeo hecho con IA de una Gaza turística y futurista con un hotel de su cadena, una estatua suya de oro y un Elon Musk lanzando billetes al aire, mientras bailarinas barbudas interpretan la danza del vientre. ¿Es esto gracioso? Más bien la clase de experiencia infernal de un tripi caducado.

Ese mismo día, Musk intervinó en el primer consejo del Gobierno Trump, dejando una frase (sobre los recortes en la agencia para el desarrollo internacional USAID) digna del Homer Simpson más inspirado: «Cometeremos errores. No somos perfectos. Una de las cosas que cancelamos brevemente por error fue la prevención del ébola». ¿Nadie al volante? Nadie al volante.

Aunque Musk había dado antes muestras de excentricidad, y gustaba caminar en el filo entre la genialidad y la arbitrariedad, hay nuevos signos de inestabilidad en el Musk gubernamental, como rodearse de sus vástagos: aunque algunos lo vean como el clásico blanqueamiento de cualquier político, al poner Musk el foco en su vida familiar, escalaron las informaciones sobre el sindiós de su vida privada, convertida en espejo de su desordenada vida política. Si a nadie se le ocurriría poner a Julio Iglesias al frente de un

Scroll al inicio