España, siendo una monarquía parlamentaria, tiene un procedimiento democrático específico para determinar la mayoría absoluta en el gobierno. Para gobernar en solitario, un partido necesita obtener la mayoría absoluta, que se consigue con un voto favorable de más de la mitad de los miembros del órgano correspondiente.
En el caso de las elecciones generales que se celebran este domingo 23 de julio, se necesitan al menos 176 escaños para alcanzar esta mayoría en el Congreso de los Diputados. Aunque para que un candidato llegue a ser presidente del Gobierno no es necesario que su partido obtenga este número de escaños, sí es esencial para gobernar sin la necesidad de formar alianzas con otros partidos políticos.
La Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG) estipula que el Congreso consta de 350 escaños, distribuidos entre las 52 circunscripciones electorales del país. Cada una de las cincuenta provincias tiene asignados dos escaños de base, mientras que Ceuta y Melilla tienen un escaño cada una. Los restantes 248 escaños se distribuyen proporcionalmente a la población de cada provincia, según el censo vigente en el momento de la convocatoria electoral.
Una vez cerrados los colegios electorales, se lleva a cabo el escrutinio de los votos. Las candidaturas que han obtenido al menos el tres por ciento de los votos en cada circunscripción consiguen representación parlamentaria. El reparto de los escaños se realiza de forma proporcional al número de votos obtenidos por cada formación, aplicando la fórmula D´Hondt.
Es importante señalar que, aunque el objetivo de muchos partidos políticos es conseguir la mayoría absoluta, la diversidad política en España a menudo lleva a la formación de gobiernos de coalición, en los que varios partidos acuerdan compartir el poder para lograr un total de 176 o más escaños en el Congreso.
Así, el futuro político de España depende en gran medida de los resultados de estas elecciones, y de cómo los diferentes partidos políticos traduzcan sus votos en escaños y posibles alianzas.
