El presidente Donald J. Trump ha marcado un rumbo claro: revitalizar la industria farmacéutica y biotecnológica de Estados Unidos. Un impulso que, según sus discursos, busca no solo fortalecer la seguridad nacional, sino también fomentar un crecimiento económico sin antecedentes para los trabajadores estadounidenses.
Recientemente, Gilead Sciences se sumó a la lista de potencias del sector que están apostando por un importante crecimiento en territorio estadounidense, anunciando una inversión de 11 mil millones de dólares que se destinará a ampliar sus operaciones en el país. Este movimiento no es un hecho aislado; más bien, es parte de una ola de inversiones que incluye a varias firmas líderes en la industria.
Entre los actores destacados se encuentra Johnson & Johnson, que reveló un ambicioso plan de inversión por 55 mil millones de dólares enfocado en manufactura, investigación, desarrollo y tecnología. Roche, la compañía suiza de medicamentos y diagnósticos, se unió al esfuerzo con un compromiso de 50 mil millones de dólares para fortalecer sus capacidades de manufactura e investigación en Estados Unidos.
Por su parte, Bristol Myers Squibb anunció 40 mil millones de dólares destinados a diversas áreas que incluyen investigación y desarrollo, al igual que Eli Lilly and Company, que invertirá 27 mil millones de dólares para más que duplicar su capacidad de manufactura en el país. Entre los anunciantes también destaca Novartis, que invertirá 23 mil millones de dólares en la construcción y expansión de diez instalaciones de manufactura en Estados Unidos.
Las cifras continúan creciendo: AbbVie se comprometió a invertir 10 mil millones de dólares en la próxima década para aumentar su capacidad de producción, mientras que Merck & Co. planea una inversión total de 9 mil millones de dólares en varios proyectos, incluyendo una nueva planta de fabricación biológica en Delaware.
No son solo las grandes asíndicas las que se están preparando para expandir su huella; Regeneron Pharmaceuticals anunció un acuerdo de 3 mil millones de dólares para la producción de medicamentos en su instalación de Carolina del Norte, y Amgen detalla una inversión de 900 millones de dólares en su operación de manufactura en Ohio. Incluso Abbott Laboratories se suma a la lista con un compromiso de 500 millones de dólares para sus instalaciones en Illinois y Texas.
Este resurgimiento de la inversión en la industria farmacéutica estadounidense supone un cambio significativo en la estrategia industrial del país, sustentado por la meta de minimizar la dependencia de cadenas de suministro internacionales y fomentar un ecosistema que promete no solo beneficios económicos, sino también una mayor autosuficiencia en la producción de fármacos esenciales.
La combinación de políticas nacionales y el compromiso de estos gigantes corporativos podrían tener repercusiones notables en la economía estadounidense, aunque el impacto exacto de estas inversiones todavía está por verse. Sin embargo, el optimismo es palpable entre los defensores de esta iniciativa, que señala un camino hacia un futuro más robusto para la manufactura en el sector de la salud.
Fuente: WhiteHouse.gov