El Régimen Incrustado: Cuando los Militares Son el Corazón del Poder

En los últimos días, Venezuela ha vivido una ola de protestas marcadas por la participación activa de sectores de la oposición que buscan hacer frente al gobierno de Nicolás Maduro, calificado por ellos como «ilegítimo». Una serie de mensajes virales han mostrado a militares, tanto en activo como retirados, negándose a reprimir a los manifestantes o incluso declarándose en rebeldía. Sin embargo, la realidad detrás de estos gestos parece ser más compleja y menos extendida de lo que las redes sociales sugieren.

A pesar de los llamados a un levantamiento militar para restaurar la democracia, citando al prócer Simón Bolívar con la frase “maldito el soldado que levanta su arma contra su pueblo”, la situación dentro de los cuarteles no parece indicar un descontento generalizado o la inminencia de una insurrección masiva. Aunque es cierto que existen militares descontentos y han habido casos de deserciones y desobediencia, estos episodios no sugieren que el chavismo civil esté en riesgo de perder el apoyo de las Fuerzas Armada Nacional Bolivariana a corto plazo.

Un diplomático español con experiencia en el país lo resume de forma concisa: «Los militares [venezolanos] no pueden derribar al régimen porque los militares son el régimen». Las declaraciones del ministro de Defensa, general en jefe Vladimir Padrino, indican que el entramado militar sigue firmemente al lado de Maduro, reelecto según ellos «legítimamente» para el período presidencial 2025-2031, y dispuestos a actuar con contundencia para preservar el orden interno.

La colonización política, económica, social, ideológica y empresarial de las Fuerzas Armadas por parte del chavismo es un proceso con 25 años de historia que ha visto su apogeo bajo la década de Maduro. Desde el intento de golpe de Estado de Hugo Chávez en 1992, cientos de militares han sido cooptados en la administración pública, ocupando un porcentaje significativo del gabinete ministerial y controlando las principales fuentes de poder financiero en el país, incluida la petrolera estatal PDVSA.

A esto se suma el complejo entramado de favores, alianzas y negocios irregulares como el presunto narcotráfico, gestionado por las propias Fuerzas Armadas. La fuerte presencia militar en la gestión del Estado y la economía, junto con su rol en el aparato represor del país, sugiere que los incentivos para un cambio de gobierno son mínimos entre la élite militar, fuertemente imbricada en el poder.

El panorama político y militar en Venezuela está dominado por un sistema donde los altos mandos militares tienen mucho que perder si el régimen actual cambia. La posibilidad de una transición democrática que involucre a las Fuerzas Armadas parece distante, no solo por el control e influencia del chavismo dentro del estamento militar, sino también por el alto costo personal y político que implicaría para aquellos dentro del ejército que opten por desafiar el status quo.

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