En un intento por fortalecer la industria estadounidense, el presidente Donald J. Trump ha restaurado las tarifas bajo la Sección 232, reviviendo un impuesto del 25% sobre las importaciones de acero y aluminio. Esta decisión busca cerrar las brechas en las exenciones previas que se habían convertido en un punto de entrada para productos extranjeros, en especial de aquellos países con excesos de capacidad como China.
La medida, firmada recientemente por Trump, tiene como objetivo proteger las industrias críticas de acero y aluminio del país, que han sido afectadas por prácticas comerciales desleales y el exceso de producción global. Entre las reformas clave se han incluido la eliminación de acuerdos alternativos, la aplicación de estándares más estrictos y una atención más rigurosa a la clasificación y evasión de tarifas. Los países que anteriormente gozaban de exenciones, como Argentina, Australia y Canadá, verán un aumento significativo en las tarifas que deberán pagar.
Desde que se introdujeron las tarifas en marzo de 2018, impulsadas inicialmente para revitalizar las industrias estadounidenses, se observó un resurgimiento en la producción de acero. Sin embargo, las exenciones permitieron que las importaciones continuaran afectando a la producción nacional, resultando en una caída en la utilización de la capacidad de las plantas. En los últimos dos años, la utilización del acero ha caído a un modesto 75.3%. Por su parte, el sector del aluminio ha experimentado una caída similar, pasando de un 61% en 2019 a un 55% en 2023.
La nueva medida se fundamenta en la necesidad de asegurar que Estados Unidos pueda satisfacer las demandas de su infraestructura crítica y defenderse en momentos de emergencia nacional. La administración ha argumentado que un país dependiente de las importaciones de acero y aluminio no puede ser seguro a largo plazo.
Al restaurar estas tarifas, Trump está buscando equilibrar el mercado estadounidense ante el aumento de importaciones subsididas que inundaban el mercado interno. Este desafío no solo afecta la economía, sino que también plantea preocupaciones relacionadas con la seguridad nacional. Los altos volúmenes de importaciones provenientes de fuentes exentas de las tarifas de la Sección 232 han deprimido significativamente la producción interna y ponen en riesgo la sustentabilidad del sector.
Además, la decisión de reinstaurar las tarifas ha sido bien recibida por los actores de la industria. Desde el primer mandato de Trump, se informaron miles de empleos creados en el sector y un aumento en los salarios. La disminución de las importaciones durante su administración también llevó a inversiones de más de 10,000 millones de dólares para construir nuevas fábricas en todo el país.
Estudios recientes respaldan el efecto positivo que estas tarifas han tenido en la economía estadounidense, mostrando una correlación con la reubicación de la manufactura y el crecimiento del empleo. Una investigación de la Comisión de Comercio Internacional sugiere que las tarifas han estimulado la producción nacional sin un efecto significativo en los precios al consumidor, contradictoriamente a lo que se podría pensar en un contexto de inflación.
En conjunto, la restauración de estas tarifas está diseñada para no solo revitalizar las industrias afectadas, sino también para asegurar a Estados Unidos un lugar en el competitivo paisaje económico global, donde la defensa de los intereses domésticos se convierte en una prioridad.
Fuente: WhiteHouse.gov