Las recientes incursiones de drones rusos en el espacio aéreo de Polonia y Rumanía han llevado a la OTAN a poner en marcha la operación «Centinela Oriental», una respuesta a la creciente vulnerabilidad que representan estas nuevas amenazas. La reacción no se hizo esperar: cazas de varios países aliados se activaron para interceptar las naves no autorizadas. Sin embargo, la situación revela una dicotomía preocupante: la necesidad de un enfoque más económico para defenderse de drones de bajo costo, en contraste con las sofisticadas y costosas soluciones militares empleadas.
Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania, las incursiones de drones han sido esporádicas, pero lo ocurrido recientemente plantea interrogantes sobre la intencionalidad detrás de estos sobrevuelaes. Más que errores de navegación, estos episodios parecen parte de una estrategia consciente por parte de Rusia para desafiar las fronteras de la OTAN. A pesar de que no se reportaron daños humanos significativos, la caída de drones en Polonia ha expuesto la ineficacia de responder con misiles caros contra una amenaza mucho más económica.
Este nuevo contexto ha impulsado a varios países a desarrollar sistemas de defensa más accesibles. La experiencia en Ucrania ha enseñado que derribar drones no siempre necesita de cazas de combate y misiles de alto costo. En su lugar, se están explorando alternativas como aviones de entrenamiento adaptados y sistemas de munición de bajo precio, que prometen ser soluciones más sostenibles a largo plazo frente a esta amenaza emergente. La industria europea de defensa se ve frente a la urgencia de repensar sus estrategias y adaptarse a este nuevo terreno.
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