En Tailandia, la reciente disolución del partido Move Forward y la prohibición de participación política de su líder, Pita Limjaroenrat, por decisión de un Alto Tribunal con jueces designados por la monarquía, ha reavivado el debate sobre la autenticidad de su sistema democrático. Este país asiático, que celebró elecciones libres en mayo de 2023 después de varios años bajo un régimen militar, ahora experimenta una compleja situación que algunos califican de «dictocracia» o «oligarquía», términos que describen una mezcla entre dictadura y democracia.
Esta situación no es exclusiva de Tailandia. Un número creciente de naciones permite elecciones pero limita de manera significativa la expresión de la voluntad popular post-electoral, creando un delicado equilibrio entre el autoritarismo y la libertad. El joven director de una clínica en Bangkok, Setthasak, quien cuenta con experiencia internacional, expresa su desilusión al afirmar que «Esto no es una real democracia», señalando una discrepancia significativa entre la realidad política tailandesa y las democracias occidentales, donde, a pesar de sus diferencias, la economía parece tener primacía sobre las libertades individuales.
El cambio de gobierno en Tailandia se ha visto acompañado de maniobras políticas que, aunque aparentan avanzar hacia una mayor democratización, tales como la eliminación de 250 senadores elegidos a dedo por los militares, resultan en realidad ser tácticas que mantienen el poder en manos de las élites. Es más, la elección de Paetongtarn Shinawatra como primera ministra, la líder del segundo partido más votado y miembro de una familia con un complejo pasado político, sugiere que acuerdos políticos más profundos están definiendo el camino del país.
A nivel global, la preocupación crece en torno al estado de las democracias. Según un índice publicado por la revista ‘The Economist’ en 2023, sólo 24 países se califican como democracias plenas frente a 59 regímenes autoritarios. Además, 49 estados son considerados democracias imperfectas y 35, regímenes híbridos. Este fenómeno refleja una tendencia hacia sistemas políticos donde, a pesar de ciertas libertades electorales, el poder efectivo permanece en manos de unas pocas élites o líderes autoritarios.
Lo que está sucediendo en Tailandia es un claro ejemplo de cómo las antiguas líneas entre democracia y autoritarismo se están desdibujando, dando lugar a sistemas híbridos que desafían las clasificaciones tradicionales. Esto plantea interrogantes significativos sobre el futuro de la gobernabilidad global y la capacidad de las democracias para adaptarse y responder a las exigencias de justicia, igualdad y representación de sus ciudadanos.