La 17ª cumbre de los BRICS ha comenzado en Río de Janeiro, marcando un momento crucial en la diplomacia global. Entre las personalidades destacadas que han optado por no asistir se encuentran Vladimir Putin, quien participa a través de videoconferencia para esquivar una orden de arresto internacional del Tribunal Penal Internacional. Por otro lado, Xi Jinping enviará a su primer ministro, sin ofrecer explicaciones, mientras que el presidente egipcio Abdelfatá al Sisi alega razones de seguridad en Oriente Medio para su ausencia. Estas decisiones resaltan un contexto internacional cargado de tensiones.
Esta cumbre, que reúne a países emergentes como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, entre otros, busca consolidar al sur global como un nuevo polo de poder. Con la reciente inclusión de naciones como Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, los BRICS representan ya el 40% de la población mundial y el 20% del comercio global, según datos del FMI. Si el bloque decide extender su membresía aún más, podría potencialmente llegar a sumar 6.000 millones de habitantes, poniendo a actores como Nigeria y Pakistán en su mira, aunque el último enfrenta oposición por su histórico conflicto con India.
Las cifras son impactantes: controlan el 41% de las reservas mundiales de petróleo y casi el 72% de las de tierras raras, minerales cruciales para la transición energética. Aunque el bloque no es una alianza militar, se proyecta como una alternativa económica y diplomática en un mundo que muestra claros signos de polarización, especialmente bajo la administración de Donald Trump.
Uno de los enfoques centrales de la cumbre será la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, un tema de gran relevancia para el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien promueve un modelo más inclusivo y multipolar. Sin embargo, los vetos de los cinco miembros permanentes todavía suponen un obstáculo considerable.
Curiosamente, a pesar de su creciente influencia, un tercio de la población mundial aún no reconoce a los BRICS, reflejando un desconocimiento notable en países occidentales, que a menudo mantienen una opinión negativa sobre ellos.
Las tensiones en Europa son palpables; la región enfrenta desafíos económicos relacionados con la guerra en Ucrania y parece haber descuidado a los BRICS, que se convierten en un mercado y aliado cada vez más relevante. Lula, consciente de esta dinámica, busca mantener relaciones amistosas con diversas potencias, incluyendo a Emmanuel Macron para el desarrollo de acuerdos comerciales, y a presidentes de naciones africanas y latinoamericanas que participan en la cumbre.
Entre las discusiones se destacan también los esfuerzos por cambiar el sistema monetario global, que podría llevar a la sustitución del dólar en favor de monedas locales en las transacciones entre los miembros del bloque. Lula considera que la dependencia del dólar brinda a Estados Unidos una ventaja desproporcionada, una iniciativa que ha generado reacciones viscerales en Washington.
A lo largo de dos días, se espera que los líderes aborden temas críticos como el cambio climático y la gobernanza de la inteligencia artificial, buscando soluciones que beneficien a sus poblaciones más vulnerables. Sin embargo, la atención está centrada en cómo los BRICS pueden moldear el orden mundial, un desafío que podría representar una transformación en la estructura del poder global, donde las viejas jerarquías se ven cuestionadas. La pregunta ahora es si Europa podrá adaptarse a esta nueva jugada geopolítica o si quedará relegada a un papel secundario en el panorama internacional.